El papel de los servicios secretos es muy deletéreo en tiempos como los nuestros, cuando fallan los controles que deben mantener esa actividad subordinada a un poder responsable ante el pueblo.
La carrera de Bin Laden –o de su fantasma- habría acabado cerca de Islamabad. Pero no la de la utilización de su nombre y del tipo de organización que se había montado a su conjuro.
Lo cual no impide que siga matando: la muerte de un hijo y tres nietos de Gaddafi en un bombardeo de la Otan es un dato que refrenda la persistencia de los métodos asesinos para imponer un diseño global.
Bomba aliada impacta en vehículos cerca de Bengasi.
Lo que está pasando en el norte de África afecta a mucho más que a Libia. Es la demostración palpable de la reversión drástica y ominosa del orden internacional
Hillary, un rostro para el imperialismo humanitario.
Se aceleran los tiempos en el mundo árabe y se agudiza la tendencia intervencionista occidental. Ventana al Apocalipsis: el sismo en Japón y su secuela nuclear.
El ataque a Libia está en ciernes, aunque todavía no es seguro. Los medios masivos de comunicación y los gobiernos del sistema vigente lo están preparando con el despliegue de mendacidad característico de los prolegómenos de toda agresión.
El proceso desencadenado en Libia es ambiguo y se tiene la sensación de que está siendo aprovechado por la maquinaria mediática con fines no precisamente santos.
La onda de la revuelta en Medio Oriente ha remitido apenas en Egipto. A pesar de la partida de Mubarak nada ha cambiado en la cima del poder. Se abre un período que estará marcado por un rediseño de la política imperial y por una turbulencia latente.
El proceso iniciado en Túnez se acelera con la caída de Mubarak en Egipto. Estados Unidos intenta descomprimir la situación, pero los acontecimientos se precipitan.