La política norteamericana para el Medio Oriente vacila acerca de cómo manejar un fenómeno que los mismos Estados Unidos han inventado y armado en todas sus piezas.
El mundo ha ingresado a una etapa donde se perfilan los desafíos más peligrosos que cabe imaginar. La geopolítica es clave para presumir la evolución de la realidad global.
La hipocresía del sistema-mundo y la negativa a ver más allá de la información prefabricada de quienes lo sirven, son dos factores que complican la necesaria recuperación de una conciencia histórica y por lo tanto política.
El retorno a la barbarie es un dato verificable de la actualidad. Esa barbarie corroe a tanto a los portadores visibles de la misma como a los que la alentaron y siguen alentándola para perpetuar al mundo en la confusión y la injusticia.
La política exterior norteamericana aparece dividida entre el de deseo de no innovar y la necesidad de procurar algún cambio que frene la marcha hacia nuevas y enormes complicaciones.
La victoria del partido de Alexis Tsipras en Grecia es otra evidencia de que el rechazo a las políticas de austeridad propias del neoliberalismo se está abriendo paso en la cuenca del Mediterráneo.
El terrorismo y la provocación siguen llenando la primera plana de los diarios. Es necesario indagar sobre su trasfondo, sin embargo, antes de emitir opiniones que suelen estar condicionadas por el miedo, el doble discurso o el prejuicio.
Un terrorista remata a un policía herido, en París.
El atentado contra los miembros de “Charlie Hebdo” subleva. Es necesario, sin embargo, indagar en las causas profundas del hecho y atender a unas razones que no se limitan al enajenamiento de unos fanáticos.