Inicio hoy una serie de notas que estarán referidas a la primera guerra mundial, de cuyo comienzo este año se cumple un siglo y que fuera el punto de quiebre de la civilización occidental, la inflexión decisiva que puso en entredicho los referentes culturales y materiales sobre la que esta se venía basando. Las entregas se realizarán a razón de una por semana, a lo largo de cuatro meses. Me mueve a esta tarea el deseo de brindar una sinopsis que entiendo puede ser útil a un público, en especial joven, para el cual la historia, incluso la historia contemporánea, es un ámbito nebuloso, a pesar de que en ella se asientan muchos de los problemas que lo afectan. También me estimula el deseo de hacer, en la medida de mis posibilidades, que ese espacio, para muchos impreciso, cobre forma y que sus nombres –de personajes, de batallas, de paisajes- se conviertan en una presencia que se haga más concreta y reconocible, haciendo asimismo evidentes los nexos que hay entre esa época y la nuestra. No menos, sino más peligrosa que aquella.
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