Cillian Murphy es Oppenheimer en la notable película de Christopher Logan.
La biografía de Robert Oppenheimer nos repropone un dilema tan viejo como la historia: ¿hay un límite ético para lo que puede indagar o violar el hombre en la naturaleza de la que forma parte?
Los vasos comunicantes que existen entre la sociedad y el cine hacen de este un ámbito propicio a las profecías. Los riesgos de la “Inteligencia Artificial” no podían escapar a esta aptitud anticipatoria del filme.
La película de Edward Berger es espectacular y horripilante, pero no termina de compaginarse con el contenido del libro que le sirve de base. Lo cual no sería un pecado, si el nuevo enfoque estuviera sustentado por la sinceridad.
Daniel Giménez Cacho es Silverio, un cineasta en busca de sí mismo.
“Bardo” es, a mi modo de ver, una obra muy interesante. Monumental y un poco arrogante, tal vez, pero válida. Pero si a algunos la monumentalidad, cuando no es retórica, los exalta, a otros los aplasta. Cuestión de subjetividades.
Hollywood ofrece un reflejo a menudo deformado de la realidad, pero en sus mismas distorsiones brinda la pista de verdades más profundas, que hay que decodificar.
La última película de Spike Lee es un abordaje de la guerra de Vietnam desde el punto de vista del excombatiente negro. Es buena, dura y sobreabundante.
De “Buenos Muchachos” a “El Irlandés”, Martin Scorsese cierra un periplo del film gángster. Lo hace con suprema habilidad, pero esperemos que diversifique otra vez su rumbo a partir de aquí. El cine lo necesita.