La ocultación de temas fundamentales de nuestra historia, explica mucho de nuestra incapacidad para articularnos como sociedad capaz de mirar hacia delante. Entre esos temas está el de las Fuerzas Armadas.
Elisa Carrió, arquetipo de una intolerancia argentina.
La exageración, la inflación de la indignación moral de parte de muchos inmorales o la retórica descoyuntada que define al actual gobierno como “fascista”, son expresión de la decadencia política de la Argentina.
La aprobación de la ley de medios abre la expectativa de un cambio esencial en la interpretación de la realidad: la creación de un instrumento que sea apto para decodificarla.
La despolitización argentina, derivada en gran parte del lavado de cerebro practicado por los medios masivos desde hace décadas, tiene en anchos sectores la clase media a su expresión más desagradable y paralizante.
Pocas veces como en estos días la desinformación practicada por los medios de prensa privados (que conforman la gran mayoría del espectro comunicacional) se ha exhibido con más cinismo.
El ingreso del presidente Zelaya a la embajada brasileña en Tegucigalpa rompe un estatus quo amenazaba estancar la protesta contra el golpe cívico militar.
La batalla por ganar la libertad de expresión está comenzando. Nunca como hoy esta es más necesaria, pues el futuro se anuncia difícil. Y no sólo para Argentina.
Hay problemas que no pueden diferirse. La falta de un pronunciamiento claro en torno del tema de las bases norteamericanas en Colombia ensució bastante el saldo de la Cumbre de la Unasur.
El Congreso será la caja de resonancia de unas jornadas turbulentas.
La definición de las relaciones de la UNASUR con Estados Unidos, el anunciado paro agrario y la posible remisión al Congreso de la nueva Ley de Medios de Comunicación, preanuncian unas semanas muy agitadas.