El disconformismo social tiende a manifestarse con fuerza en los últimos tiempos. El problema consiste en saber si podrá cohesionarse para convertirse en un instrumento capaz de confrontar políticamente con el sistema.
Envalentonados por la impunidad y la aparente aquiescencia de parte de una opinión pública domesticada por el lavado de cerebro practicado por los mass media, los establishments suramericanos prosiguen su ofensiva antidemocrática.
La acción y reacción producida frente al Congreso con motivo del debate de la reforma previsional están indicando un punto de quiebre en el hasta ahora relativamente confortable decurso del gobierno de Cambiemos.
Hay fechas que son significativas por la gravedad a futuro que insinúan los hechos que en ellas se producen. Argentina no es la Alemania nazi, pero hay datos que oscurecen cada vez más la calidad de nuestra vida democrática.
Aunque esperado, el triunfo del oficialismo en las legislativas supone un aumento en el rango de alcance del neoliberalismo que es notable, en democracia, para nuestro país.
"La Libertad guiando al pueblo", Eugène Delacroix, 1830
Tras meses de bambolla mediática en torno a la rebelión contra Maduro, poca atención ha prestado al triunfo del chavismo en las elecciones regionales. Y en Argentina un artículo de La Nación tiene miga para un comentario antes de la elección del domingo.
Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat, ha tensado la cuerda del independentismo catalán hasta el límite. ¿Cuán próximo nos resulta el problema?
No parece que la oposición al actual gobierno pueda articularse, en tiempo útil, en un frente capaz de resistir con eficacia al envite neoliberal. La culpa de este fracaso en ciernes hay que adjudicársela a la misma oposición.