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16
JUN
2023

Premoniciones: el cine y la Inteligencia Artificial

Los vasos comunicantes que existen entre la sociedad y el cine hacen de este un ámbito propicio a las profecías. Los riesgos de la “Inteligencia Artificial” no podían escapar a esta aptitud anticipatoria del filme.

Por estos días se han redoblado las advertencias de los científicos sobre los riesgos potenciales de la “inteligencia artificial”. El avance de las computadoras y de la informática podría llegar a desprenderse del control humano y hacer actuar a las máquinas por sí mismas, con los consiguientes peligros para el hombre y su futuro. La lógica de los algoritmos podría hacerlas pensar que su existencia está en peligro por la capacidad de daño que es capaz de inferirle su progenitor, el hombre, y reaccionar por lo tanto contra él asumiendo decisiones que se independizarían de la voluntad de este.

Es obvio que el asunto no es mi especialidad. Por lo tanto no pretendo inmiscuirme ni en los tecnicismos ni en las profundidades filosóficas del debate sobre los límites que debe o no observar la ciencia, aunque sí creo firmemente que no todo es permisible y que en consecuencia el libre albedrío absoluto no debería ser ley. Pero sí me gustaría resaltar lo rápido  que ha estado el cine (y la literatura de ciencia-ficción) para intuir y dar forma de manera muy plástica a estos peligros.  Hay una legión de películas muy populares que abordan el tema. La más egregia de ellas es “2001”, de Stanley Kubrick, filmada en 1968 y basada en la novela de Arthur C. Clarke, que realiza un recorrido temporal que va desde la prodigiosa  metáfora del hueso prehistórico convertido en arma, que arrojado por un mono al espacio se transforma en una estación espacial, a la decisión de la computadora Hal de acabar con la tripulación de ese vehículo porque comprende que puede ser destruida por esta. Es decir, porque descubre su propia condición mortal y elige eliminar a quienes pueden inferir contra ella.

“2001” es posiblemente la más elegante –tanto formal como intelectualmente- de las películas que han asumido este tema. Y vaya que son muchas. Aquí va un breve listado de las que me parecen más notables:

"2001", de Stanley Kubrick, 1968.

 “Alien”, de Ridley Scott, 1979.

“Blade Runner”, también de Ridley Scott, 1982.

“Terminator”, de James Cameron, 1984.

“Robocop”, de Paul Verhoeven, 1986.

“Total Recall” (“El vengador de futuro”, en Hispanoamérica), de Paul Verhoeven, 1990.

Estas menciones están referidas a los primeros filmes de las series de películas que se fueron acumulando luego, en la estela del éxito del filme inicial. Algunas de estas secuelas tuvieron méritos propios, pero lo que me interesa aquí destacar es la intuición del cine para detectar un miedo que habita la mentalidad colectiva y desentrañar sus fantasmas, que estaba muy presente en los primeros productos y que están muy lejos de haber disminuido. Por el contrario, parecen estar próximos a corporizarse.

De este puñado de películas no puedo evitar nombrar a la que más me sedujo: “Terminator”, de Cameron. Es más tosca que las de Kubrick y Scott, pero su forma basta y su violencia les dan un aire a “pulp fiction” que me place enormemente. Es un producto inequívocamente norteamericano y está sobre todo sostenido por un argumento que, detrás de su enrevesamiento y golpes de efecto, tiene una poderosa fascinación, una trama ingeniosísima y un aire a mito que asombra. La historia es en efecto sinuosa, llena de vericuetos y de andares hacia atrás y hacia adelante que dejan una sensación de total ambigüedad respecto a lo que promete el futuro.

La fatalidad capitanea el argumento. La película se inicia en un momento álgido del porvenir, el 2029 (aquí a la vuelta). La inteligencia artificial ha interpretado que los seres humanos son incapaces de regir sus destinos y por lo tanto ha precipitado el Holocausto nuclear a fin de tomar el control del planeta. Los sobrevivientes del apocalipsis han desencadenado una guerra de resistencia contra las Máquinas que está próxima a tener éxito. En ese momento descubren que estas han enviado un robot, a un ciborg, al pasado, con la misión de matar a la madre del líder rebelde, John Connor, cancelando así la batalla  posterior al anular al líder de la resistencia antes de que pueda ser concebido, evitando o desarmando por lo tanto la insurrección que habría de liderar. La reacción de los humanos sobrevivientes al holocausto nuclear que han provocado las Máquinas y que viven en cuevas subterráneas desde donde salen para combatirlas, es enviar a su vez a uno de los suyos para impedir que el ciborg cumpla su propósito. Una vez en el presente, Kyle, que es el nombre del rescatista, busca adelantarse a Terminator, el robot que reviste el físico de Arnold Schwarzenegger, y salvar a Sarah Connor, la madre del futuro líder de la resistencia. Aquí acaecen aventuras varias, en un ambiente de violencia permanente que anticipa el horror de lo que vendrá, hasta que Kyle muere no sin antes haber embarazado a Sarah del hijo que en el futuro devendrá John Connor, jefe de la resistencia. En el final Sarah, en avanzado estado de gravidez, viaja en un jeep al norte de México por un paisaje montañoso sobre el que se ciernen las nubes de una gran tormenta.

Se cierra así un círculo perfecto y que evoca tortuosamente, tal vez sin darse cuenta, el mito de la Inmaculada Concepción, pues Sarah queda preñada de alguien que viene del futuro y que por lo tanto no existe… Otro ingrediente paradójico de la trama proviene del hecho de ¿cómo Kyle puede existir en el futuro apocalíptico si ha sido eliminado en el pasado?

Bueno, todo esto es un poderoso galimatías de fantasía, intuición de un peligro real y ejecución narrativa exacta que resulta en una pieza perfecta. Amén de entretenida y por momentos escalofriante, “Terminator” plantea implícitamente,  aparentemente sin darse cuenta, una gama de temas que incluyen la pregunta de hasta donde se puede violar naturaleza, cuál es el límite que debe marcarse a la ciencia, el tema del libre albedrío, la cuestión de la libertad anarquista del capital entregado a sí mismo,  que de pronto es interpelada e interceptada por el autoritarismo ciego que es su consecuencia. En realidad no creo que Cameron y sus guionistas hayan sido solo a medias conscientes de las implicancias profundas del material que manejaban. Como con frecuencia ocurre cuando el director y los guionistas tienen sensibilidad artística y talento, son sensibles a las vibraciones del subsuelo y no pueden evitar transmitirlas. En este caso lo hicieron acompañados por un espíritu desinhibido y  anti-solemne que les hace optar por el thriller como registro narrativo para proponer una parábola muy seria sobre la potencialidad autodestructiva del hombre. Y en esta fase de la historia contemporánea marcada por la rivalidad económica entre potencias imperialistas y potencias revisionistas y de conflicto militar abierto o ad portas, esta reflexión truculenta cobra una actualidad absoluta.

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