La victoria de Syriza en Grecia es un dato alentador en un escenario mundial connotado por la brutal expansión de lo que se ha dado en llamar el “Imperio del Caos”. Conviene no magnificar fuera de proporción este triunfo, pero tampoco se puede dejar de percibirlo como un síntoma alentador para quienes se oponen a la estructuración económica del capitalismo salvaje. La agrupación de izquierda griega llega al gobierno sin disponer de una mayoría absoluta en la Cámara, bien que por una diferencia mínima de dos escaños, debiendo enfrentar una pesada presión exterior proveniente de los organismos de crédito expresivos de la usura internacional. Sin embargo, la coalición que Syriza realizó inmediatamente después del triunfo con la formación de derecha “Griegos Independientes” le da, de momento, una mayoría cómoda en el parlamento griego. Griegos Independientes difiere de la posición de Syriza en lo referido a la inmigración, pero coincide con su rechazo al sometimiento de Grecia al “diktat” del europeísmo controlado por los representantes del neoliberalismo puro y duro. El rechazo al ordenamiento político-económico vigente en Europa piloteado sobre todo por Alemania, Francia y Gran Bretaña, es un fenómeno que se difunde rápidamente en los países del viejo mundo, en especial en los de la cuenca mediterránea.
Los miembros de la “troika” que gobierna la economía europea –la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI- se han apresurado a manifestar su talante adverso al nuevo gobierno griego a través del presidente del Banco Central alemán, Jens Weidmann, quien volvió a señalar que la economía de Grecia sigue necesitando apoyo externo y advirtió que ese respaldo sólo tiene cabida “si se respetan los acuerdos” adoptados por los gobiernos anteriores, dóciles instrumentos del neoliberalismo vigente. El presidente del banco germano indicó que el nuevo gobierno griego “no debe hacer promesas ilusorias que el país no se puede permitir” y que debe continuar con el programa de reformas estructurales sin poner en cuestión “lo obtenido hasta este momento”.
La reformas estructurales a que hace mención el banquero alemán son las mismas que la usura internacional pidió a la Argentina y a toda una legión de estados en Suramérica y el mundo durante décadas, a cambio de préstamos que para la inmensa mayoría de la población fueron ficticios y que culminaron para estos países en la privatización de las empresas públicas, en la expulsión de millones de trabajadores del mercado de trabajo y en el recorte, si no la anulación pura y simple, de los beneficios sociales. Contra este programa se levantó el pueblo griego, como antes lo habían hecho otros en varios países de esta parte del mundo y, después de muchos meses de brega callejera se llegó a una situación insostenible para las fuerzas del espectro político convencional. El llamado a elecciones cayó como un fruto maduro.
En el trámite, sin embargo, hizo su aparición una fuerza de ultraderecha, que pretende constituirse en un factor dirigido a contrapesar o más bien a reprimir a Syriza. Se trata de Amanecer Dorado, una formación de perfil nazi, que hace de la xenofobia el resorte con el que piensa propulsarse al primer plano político. Pese a tener a la mayoría de sus dirigentes en la cárcel recaudó un 6,3 % de los votos, que le valieron 17 escaños en el parlamento y lo ubicaron como el tercer partido del espectro político griego. Aunque la distancia que lo separa de Syriza es muy grande –el partido presidido por Alexis Tsipras recolectó el 36 por ciento de los sufragios y ganó 149 butacas legislativas-, el valor de este tipo de formaciones reside en su dinamismo y en su capacidad para copar las calles.
Los dirigentes de Syriza son prudentes, pero aparecen como muy decididos. Sus reclamos contra las políticas de ajuste que distinguen al capitalismo de shock son legítimos y, de cumplirse, implicarían un giro en la política de su país que representaría asimismo un viraje en la conducta posible de otros países europeos, abrumados por el disciplinamiento que pretende imponerles la autoridad monetaria.
Equívocos en torno al populismo
Syriza es la manifestación griega de un descontento global que crece y que tiende a rebasar las fronteras de los esquemas ideológicos clásicos. La permanencia de estos es una carta que el sistema siempre ha jugado para confundir la persecución de intereses comunes de parte de una porción abrumadoramente mayoritaria de la población. El tan denostado populismo está surgiendo como un antídoto a la coerción que ejercen los sectores del poder vinculados al mantenimiento del estatus quo. Frente a la manipulación de los rencores de los doctrinarismos envenenados de parte del sistema, el populismo, en términos generales, apela a cerrar filas en torno de objetivos comunes.
El apelativo “populista” es usado en un sentido derogatorio por el sistema y este tipo de apreciación encuentra un considerable eco entre los sectores progresistas, que no se resignan a revisar el esquema maniqueo de izquierdas y derechas, y prefieren proyectarlo indistintamente a situaciones históricas y sociales que difieren mucho entre sí. La clásica asimilación del peronismo con el fascismo es un ejemplo acabado de este tipo de monstruosidad "psico-ideológica". Esa rigidez interpretativa suele ser causa de infinitos malentendidos y de dispersiones de fuerzas que, conjugadas en un momento preciso, podrían tener el suficiente impacto para precipitar un cambio en las coordenadas que determinan la orientación de los asuntos a nivel local o internacional. Ahora mismo, la noticia del pacto entre Syriza y los “Griegos independientes” ha sido objeto de la repulsa de Daniel Cohn-Bendit. El histórico protagonista de las Jornadas de Mayo del 68 se ha apresurado a calificarlo como “una alianza contra-natura”. Sin embargo parece tener esperanzas en que François Hollande juegue un papel de mediador entre Berlín y Atenas para que “Europa” no sea tan taxativa en sus requerimientos para que los griegos cumplan con los acuerdos que la UE extorsionó a sus gobiernos por encima de la voluntad del pueblo. Es decir, que Cohn-Bendit estima que los Griegos independientes son peores que el tipo que bombardeó Libia, cooperó en el derrocamiento y asesinato de Gadafi y que delinea una política de ajuste interior en Francia siguiendo a pies juntillas las normas de un neoliberalismo que se ríe de los preceptos solidarios de la socialdemocracia que él preside y pretende encarnar...
Como dijimos al principio, conviene no sobredimensionar el triunfo de Syriza. Grecia no es una magnitud económica importante en el concierto europeo y no tiene la capacidad para resistir el antagonismo de los organismos internacionales que tuvo la Argentina –por poner un ejemplo- en el momento de renegociar su deuda. No dispone de excedentes provenientes de exportaciones estratégicas, como aquí hay con la producción agropecuaria o minera. El turismo es su principal recurso. Pero Grecia es un síntoma. No está sola. Italia, España y Portugal se encuentran en una situación también apurada, con un nivel de desempleo muy elevado y están presionadas por la UE para que efectúen ajustes que van en contra de la conveniencia de sus pueblos. Francia tampoco es inmune a esta situación. La aparición y crecimiento de Podemos en España es otro indicio de que una fuerza nueva de orientación izquierdista y popular podría llegar al gobierno en Madrid. Se comienza a hablar incluso del “Eurosur”, una conjunción de países cuyas economías se encuentran muy castigadas por el sistema neoliberal y cuyo surgimiento podría poner sobre el tablero la discusión del actual ordenamiento europeo.
Algo se mueve en la Europa controlada por Washington y Berlín. Era hora.
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Fuentes: Rebelión, Ámbito Financiero, La Nación, Liberation.