La regresión se acentúa. El salvavidas de plomo del préstamo del FMI va a aumentar la conflictividad social. Un modelo de país que no cierra sin represión.
Una vez más un gobierno oligárquico empuja Argentina hacia atrás. La casta dineraria que ha obstruido el desarrollo del país desde 1955 ha arruinado las opciones de cambio que se esbozaron en la década anterior e intenta el retorno al FMI.
Con la retirada de seis países de la Unasur el sentido de la existencia del organismo queda gravemente comprometido. Se cumple así una etapa más de la marcha regresiva en que las oligarquías regionales han embarcado a la región.
El disconformismo social tiende a manifestarse con fuerza en los últimos tiempos. El problema consiste en saber si podrá cohesionarse para convertirse en un instrumento capaz de confrontar políticamente con el sistema.
Envalentonados por la impunidad y la aparente aquiescencia de parte de una opinión pública domesticada por el lavado de cerebro practicado por los mass media, los establishments suramericanos prosiguen su ofensiva antidemocrática.
La acción y reacción producida frente al Congreso con motivo del debate de la reforma previsional están indicando un punto de quiebre en el hasta ahora relativamente confortable decurso del gobierno de Cambiemos.
Hay fechas que son significativas por la gravedad a futuro que insinúan los hechos que en ellas se producen. Argentina no es la Alemania nazi, pero hay datos que oscurecen cada vez más la calidad de nuestra vida democrática.