Lo de Bolivia repite una tragedia iberoamericana sólo superable con la reversión de nuestro actual estado de fragmentación, a unidad regional. Mientras eso no suceda, seguiremos siendo presa fácil de la conspiración externa y del caos interno.
Alberto Fernández parece disponer de la firmeza y ponderación que necesita un buen piloto de tormentas. Le harán falta para sacar al país del tembladeral en que nos han hundido Mauricio Macri y el sistema que representa.
La Paz contra Santiago, el triunfo de Alberto Fernández y la caída de Evo Morales. El momento latinoamericano parece estar presenciando el choque de dos corrientes que se perfilan como una ofensiva y otra contraofensiva.
La victoria del Frente de Todos significa un cambio que auguramos sea profundo y duradero. Sin embargo, la persistencia de un antiperonismo raigal, que no atiende a razones, sigue erigiéndose en un obstáculo para cerrar la grieta.
Este domingo se presenta la oportunidad de acabar con la atropellada reaccionaria que en cuatro años ha sumido al país en la miseria. Que nuestro voto sea como una bala en el cargador del fusil.
El debate entre los candidatos a presidente se inscribió más en el ámbito del espectáculo que en el del cotejo y la discusión de las respectivas plataformas electorales.
El deseo de morder sobre los miedos del sector menos consciente del electorado ha sido siempre un expediente de la demagogia. El senador Pichetto y otros exponentes de la fauna política están cultivando esa veta.
La crisis se agudiza pero el gobierno no pierde las mañas: en vez de intentar corregir el rumbo, quiere enredar a la oposición en el sostenimiento de las mismas políticas que nos han traído a este punto.