Como no podía ser de otra manera, el escenario del medio oriente sigue enturbiándose, tras la devastadora incursión de Hamas en Israel. Se está a la espera de la represalia israelí, que seguramente va a ir mucho más allá de los bombardeos que desde el domingo castigan el gueto palestino en Gaza y que ya han provocado 1700 muertos y unos 9 000 heridos. Pero el saldo del ataque de Hamas ha supuesto un choque físico y psicológico para el Estado judío que va a ser difícil de superar. 1300 de muertos civiles y militares israelíes, 30 millas cuadradas de territorio ocupadas durante varias horas por guerrillas que arrasaron cuatro bases militares e hicieron estragos en unos veinte pueblos y kibutz allí instalados, no son cosa fácil de olvidar y suponen asimismo un golpe en la autoconfianza de los israelíes, hasta aquí muy seguros de la solidez y eficacia de sus defensas.
El raid palestino puede ser equiparado a una de las hazañas militares más notables de las últimas décadas. Semejante afirmación puede sonar irrespetuosa para las víctimas, y seguramente resulta intolerable para los cultores de lo políticamente correcto (que sin embargo suelen prodigar su compasión o su indignación de acuerdo al rasero que más les conviene según sea la parcialidad a la que adhieren), pero es un hecho que no puede dejar de ser reconocido desde una perspectiva así sea medianamente iluminada por el conocimiento de la historia. El New York Times publicó hace un par de días un largo artículo[i] en el que se ponen de manifiesto las fallas tanto de los servicios israelíes para reconocer la inminencia del peligro, como la ingeniosidad, la habilidad y la feroz determinación de los atacantes.
Hubo, aparentemente, una advertencia de la inteligencia egipcia, formulada diez días antes del asalto, que prevenía sobre una posible operación de envergadura de parte de Hamas, a la que no se prestó atención. También hubo un alerta temprana lanzada por la inteligencia israelí en la madrugada del sábado, pues se había monitoreado una actividad fuera de lo común en las comunicaciones de Hamas, aviso que fue desatendido por los vigilantes de la frontera o que no llegó a ser leído. Minutos más tarde los drones de Hamas destruyeron algunas de las estaciones de comunicaciones celulares en las torres de vigilancia ubicadas sobre la línea de demarcación entre Gaza e Israel, impidiendo a los oficiales de turno ver lo que ocurría sobre el terreno, mientras que otros velívolos destruían los nidos de ametralladoras operados a control remoto y que estaban ubicados en la frontera. Acto seguido milicianos a bordo de bulldozers empleados en obras civiles arremetieron contra el muro de contención, arrancándolo de cuajo o volándolo con explosivos en otros tramos. Por las brechas abiertas se precipitó un millar de soldados de Hamas que se dispersaron sobre el territorio, precedidos por otros que se transportaban en parapentes motorizados. En muchos casos sorprendieron a los soldados israelíes en sus lechos e irrumpieron en los poblados disparando sobre todo lo que se movía o capturando rehenes que de inmediato remitían a la franja de Gaza para usarlos, eventualmente, como rehenes.
Luego los atacantes se retiraron a Gaza, librando combates de retaguardia con las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF, por su sigla en inglés), que se precipitaron al rescate, mientras que los posibles milicianos remanentes permanecieron en territorio enemigo, se presume que luchando hasta ser abatidos.
Mientras se aguarda el futuro desarrollo de los acontecimientos –que tiene la apariencia de ser complicado y peligrosísimo, en especial si se observa la pasividad de la ONU ante una evolución de los acontecimientos que tiene como raíz en la obcecada negativa israelí a restringir su expansión en Cisjordania y en el cerco con el que confina a los dos millones de palestinos hacinados en Gaza- no se puede evitar el observar cómo la rutina y el exceso de confianza en los propios recursos técnicos, así como el desdén respecto a los del enemigo, suelen estar en la base de los grandes fiascos militares. Los franceses se confiaron en lo inexpugnable de la línea Maginot para creerse a salvo de una ofensiva de los alemanes; los norteamericanos no creyeron en la capacidad del Vietcong para montar la ofensiva del Tet, ni antes habían previsto la reacción china cuando se acercaron al río Yalú durante la guerra de Corea; los occidentales no imaginaron la eficacia militar de los japoneses cuando se precipitó el conflicto en el Pacífico, etcétera, etcétera. Lo ocurrido el sábado forma parte del mismo muestrario. Los israelíes han sufrido, en menor escala, un golpe parecido al recibido en la guerra del Yom Kippur; pero si aquel episodio se daba en un escenario bipolar donde los riesgos hasta cierto punto podían calcularse, ahora el problema es más complejo. ¿Cómo seguirá desarrollándose el libreto?
Hay muchos protagonistas en liza, y las corrientes que los acercan o dividen son muchas. ¿A quiénes responden los actores locales? ¿Cuál es su entidad y fortaleza? ¿Qué conexiones hay entre ellos? ¿Qué grado de representatividad tienen respecto al pueblo palestino en el caso de la Autoridad Nacional Palestina y el movimiento Hamás? ¿Cómo reaccionarán ante los acontecimientos los regímenes de Arabia Saudita, Qatar, Emiratos árabes, que estaban en un proceso de deshielo respecto a Tel Aviv y que ahora deberán hacer frente a una revancha que seguramente entenebrecerá más el panorama y avivará la espiral de represalias y contra-represalias que ha distinguido la historia del área desde mediados del siglo XX? ¿Y qué papel jugarán el imperialismo y las potencias “revisionistas” que miden sus fuerzas en el escenario global en este momento?
En realidad la trama del poder en el medio oriente es tan enrevesada y caótica que es imposible establecer un diagnóstico firme al respecto. Irán es aparentemente la fuerza más sólida y coherente, pero su influencia se ejerce de maneras solapadas y variables. Hizbolah, el mejor armado y políticamente orientado de los movimientos paramilitares que señorean el sur del Líbano y se asoman a Israel, está expectante. Turquía también juega su partida y es probablemente una de las fuerzas que sostienen a Hamas. Egipto de momento se atiene a su línea pactista con Israel, pero es imposible aventurar qué puede llegar a pasar si lo de Gaza se transforma en la catástrofe humanitaria que está en ciernes allí. ¿Y Siria, que todavía tiene parte de su territorio ocupado por los terroristas del ISIS y por las fuerzas aupadas por occidente y Turquía? Los palestinos asimismo se dividen entre la ANP (Autoridad Nacional Palestina) que maneja lo que puede de Cisjordania entre decenas de asentamientos y rutas militares israelíes, y el Hamas, que controla Gaza? La ANP se encuentra trabajada por una corrupción dícese que muy grande, mientras aguarda el final del mandato de Ferhat Abbas, consumido por la edad y la enfermedad, sucesor del líder histórico del Al Fatah, el mítico Yasser Arafat, envenenado según toda posibilidad por el Mossad y la CIA…
No es un escenario que induzca a aventurar profecías optimistas si allí se produce un hecho bélico mayor no andando mucho. Y todo indica que esa peripecia está “ad portas”. Benyamin Netanyahu ha dejado en claro que Israel se tomará una cumplida venganza por lo ocurrido una semana atrás, ha proferido amenazas de resonancias bíblicas respecto a Gaza, y su gobierno de unidad nacional, recién conformado para responder a la crisis, ha convocado a 350.000 reservistas. El presidente norteamericano Joe Biden, por su parte, acaba de enviar a dos de sus más modernos portaaviones –el Gerald Ford y el Dwight Eisenhower- con sus respectivos grupos de apoyo, al Mediterráneo, con el objeto de respaldar a Israel en el caso de que se vea envuelta en hostilidades que involucren a otros participantes.
Ahora bien, ¿qué su supone hará la IDF en Gaza? La batalla en ese laberinto citadino puede ser feroz. E incluso si se llega a exterminar a todas las formaciones de Hamas allí fortificadas, subsistirá el problema de que con el tiempo el movimiento (o algo que lo sustituya) volverá a crecer desde sus raíces. El dilema entonces tiene que pasar entre un arreglo que no puede ser local sino regional, o una operación de “limpieza étnica” que expulse a dos millones de palestinos de sus hogares, en una reedición de la Nakba que nos trajo estos setenta y tantos años de guerra discontinua.
Es de suponer que la represalia israelí comenzará no bien las dos “task force” norteamericanas estén en posición. El tiempo que resta para intentar una mediación es mínimo, por lo tanto. Cabe preguntarse si la comunidad internacional está en disposición de ensayar algún esfuerzo que impida lo peor. A estar por la ausencia de signos que lo predigan, es probable que la situación se precipite en el desastre anunciado.
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[i] “How Israel’s Feared Security Services Failed to Stop Hamas Attack”.