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29
MAY
2023
Cristina Kirchner, ¿y sus candidatos in pectore?
Cristina Kirchner, ¿y sus candidatos in pectore?
El Frente de Todos sigue deshojando la margarita: ¿PASO o no PASO? La historia del peronismo como clave de sus contradicciones.

Y bien, el acto del 25 de mayo en el cual tantas expectativas se habían proyectado, vino y se fue. Las expectativas, en realidad, habían decaído mucho desde la carta en la cual Cristina Fernández de Kirchner reiteraba su renuncia a la precandidatura a presidente de la Nación, pero entre los más entusiastas y acríticos de sus fans subsistía cierta esperanza. En el resto del arco del FdT y sobre todo entre la masa del público que, sin ejercer una específica militancia, se reconoce como miembro del frente nacional que tiene o ha tenido en el peronismo el instrumento más orgánico para llegar al gobierno, había cierto interés en conocer al menos el esquema de un programa que proponga medidas específicas para rescatar al país del impasse en el que lo han encerrado, primero, la catastrófica herencia de la gestión Macri; y, luego, hechos como la pandemia y la sequía. A los que hay que añadir la timidez, por no decir cobardía, del actual gobierno por no haber al menos intentado desmontar el aparato constrictor del poder judicial, mediático y financiero que ha estrangulado tradicionalmente los esfuerzos de romper el estatus quo de una economía fundada en el extractivismo, la especulación, la concentración del capital en pocas manos y la desigualdad fiscal.

 El discurso de Cristina fue bueno, elocuente como suelen serlo todos los de ella; hizo una buena descripción de la épica de la “década ganada” (aunque se olvidó mencionar los datos que hicieron de ella también una década perdida), pero, probablemente por su incapacidad de abordar precisamente esta autocrítica, también resultó inconducente. Las propuestas generales y orientadas al futuro –sociedad más justa, mejor articulada, más libre en el campo de la comunicación, liberada de rémoras como un poder judicial corrupto, etc.- no pueden sino ser compartidas por todo el movimiento nacional, pero, ¿cómo se consigue eso? ¿Cómo debatirse contra el problema de la deuda? ¿Cuáles son los puntos sobre los cuales se ha de construir un programa de gobierno y quiénes son los que pueden darle forma?

Los exegetas de la personalidad política de Cristina se devanaron los sesos por estos días buscando equivalencias escénicas a las palabras no dichas por la vicepresidenta. Recurrieron al análisis de la formación, de la disposición en el espacio de los funcionarios y personalidades que ocuparon el palco. Y entonces una pista saltó a la vista: si Axel Kiciloff se encontró a la diestra de Cristina, fueron Wado de Pedro y Sergio Massa los que se formaron detrás de ella, a modo de muralla y respaldo. ¿Fue una forma de escribir, sibilinamente, el consejo de la vicepresidente respecto de la futura fórmula presidencial?

¡Qué rebuscado si es así! Pero, de serlo, no podríamos sino constatar, con inquietud, una persistencia en el error que desde hace tiempo se le diagnosticó a Cristina, y a Néstor también, aunque en este caso no tuvo  muchas ocasiones de repetirlo pues se murió primero. Ese error es el escaso tino para escoger colaboradores. ¿No fueron los  Kirchner los que eligieron a Julio Cobos para completar la fórmula presidencial en el 2006? ¿No fueron ellos los que nombraron a Martín Lousteau ministro de Economía y le permitieron  cometer la “gaffe” recaudadora de la 125, convirtiendo a un frente agrario que estaba dividido, en un bloque de ruralistas furiosos contra el gobierno? ¿No fue Cristina quien eligió a Alberto Fernández para postularlo a la presidencia y arrepentirse después?

Wado de Pedro y Sergio Massa,  más allá de las contorsiones y flexiones que permite y a veces exige la política, representan cosas distintas. Wado es uno de los hijos de “la generación diezmada” que la vicepresidente lleva en su corazón y en cuyos descendientes cree encontrar un vivero de dirigentes. Sergio Massa es un político de raza, ambicioso, de óptimos contactos con la embajada de Estados Unidos y más bien creyente, a lo largo de su carrera, en  los criterios neoliberales puestos de moda en “El consenso de Washington”.

Son perfiles diferentes, que reflejan, creo, la incertidumbre o la ambigüedad  ideológica de Cristina, la “grieta” que la divide dentro de sí misma y que en ella cobra la forma de una arrogancia pequeño burguesa, que siente una resistencia silente al viejo peronismo y a los herederos del antiguo aparato sindical, fundando sus esperanzas en una militancia juvenil entusiasta y a la vez dócil, pero sin arraigo económico y social consistente. Es el antiguo error de los 70, que terminó estrellándonos contra el golpe militar. Por otro lado, y como parte de la misma herencia, hay una escasa consideración para con los factores personales de la política y una tendencia al verticalismo (que como bien sabemos ha estado presente en el peronismo desde sus orígenes) que en el pasado ha exacerbado los contrastes internos, siendo en parte responsable incluso de la derrota de Daniel Scioli en las elecciones del 2015.

Es de esperar que esa no vuelva a ser la tónica de la inminente campaña. Porque lo que se define allí es quién va a conducir el país en un lapso que se pronostica como económicamente muy próspero, si se encarrila el problema de la deuda. El boom del litio, la sed mundial de energía y la necesidad de provisión agropecuaria se diseñan en un horizonte internacional que por otra parte aparece como más turbulento que nunca como consecuencia de las tensiones crecientes entre el bloque que propicia una cada vez más problematizada unipolaridad, y el conjunto de potencias emergentes que buscan sustituirla. Que en Argentina haya un gobierno capaz de dirimir esa partida será esencial para el destino de nuestro país.

 

 

 

 

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