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03
MAY
2023
Clase magistral de Cristina Kirchner en La Plata.
Clase magistral de Cristina Kirchner en La Plata.
Faltan poco más de cinco meses para las elecciones generales. Y apenas tres y medio para las PASO. Ninguna de las fuerzas enfrentadas ha definido todavía sus candidaturas.

Los plazos se achican vertiginosamente. Cada vez falta menos para las fechas electorales y los integrantes del Frente de Todos –que mal que bien representan la única opción para sostener en los próximos comicios un programa de gobierno que se oponga al retorno en fuerza de la expresión más cruda de la reacción neoliberal- siguen girando en torno a nada y sin definir una fórmula que posea capacidad de convocatoria. De la clase magistral en La Plata dictada por la vicepresidente de la Nación, de la que se esperaba saliera un pronunciamiento definitivo de Cristina Kirchner acerca de si va o no a ser candidata, no surgió ninguna definición categórica. “No se pongan los rulos”, “ya lo he dicho otras veces” y otras frases por el estilo vinieron a sugerir que Cristina persiste en su negativa a volver a proponerse como presidenta, negativa que estaría avalada también por la proscripción que pende sobre ella desde el poder judicial. Pero es una negativa blanda, a medias desmentida por una sonrisa entre amable y cómplice, que no convence a una militancia enfervorecida que sigue voceando su nombre en un operativo “Clamor” que nadie cree que haya podido ser lanzado sin contar con su anuencia.

El discurso de Cristina fue bueno, elocuente, bien direccionado en lo referido a la necesidad de contar con un programa que apunte a unas definiciones básicas que insuflen algo de certeza acerca de la necesidad de recomponer el salario y redistribuir la riqueza, pero no precisó cómo hacerlo ni indicó a quienes se encontrarían en mejores condiciones para asumirlo. Tal vez espere a que la misión argentina a Estados Unidos vuelva con algún tipo de certeza, pero ya de por sí esa presunción estaría indicando que el razonamiento político que sustenta a esa hipótesis peca de optimista o de ilusorio. El Fondo podrá aflojar algo o podrá no aflojar nada, pero en lo esencial su objetivo será mantenernos en la situación de deudores permanentes de una deuda impagable para: primero, enseñarnos hipócritamente a ser responsables antes de incurrir en desatinos; y, segundo, lo realmente importante, retorcernos eternamente el gañote teniéndonos sometidos como peones en un área regional que estima esencial para sus intereses.

La pata férrea de la dependencia seguirá pesando sobre nuestras espaldas a menos que resolvamos deshacernos de ella. No es verdad que sea imposible porque la correlación de fuerzas no alcanza, el eterno argumento de gran parte de nuestra dirigencia para evadir el bulto. La verdad es que los gobiernos populares pudieron, aprovechando alguna coyuntura favorable, operar con eficacia e independizarnos en mayor o menor medida de ese lastre. Sin hablar de las dos primeras presidencias de Perón, incluso Néstor y Cristina Kirchner lograron resultados apreciables en ese sentido. La coerción ejercida por los sectores del privilegio que están simbióticamente conectados con el imperialismo una y otra vez nos devolvieron a la situación prexistente. Ahora el agobio parece ser más grande que nunca, con los vencimientos de la deuda y los golpes de mercado que insensatamente los bancos, financieras y formadores de precios prodigan al gobierno. Pero el estado, ¿no dispone de instrumentos para, actuando dentro del    marco legal aunque sin contemplaciones, contenga la estampida inflacionaria, fuerce la liquidación de los stocks de granos acumulados en los silos-bolsa, aumente las retenciones y provea así a una redistribución de la riqueza que allegue un respiro a una población agobiada y desalentada? Del lado de las fuerzas de la conservación y el estatus quo nunca se vaciló en gobernar en base a decretos ley y de espaldas al Congreso. Y, cuando tuvieron oportunidad, tampoco hesitaron en ir mucho más allá de los expedientes extremos que autoriza la constitución nacional. 

Alberto Fernández no posee las cualidades para llevar a cabo una tarea de ese tipo. Al menos no las ha demostrado a lo largo de su mandato; más bien al contrario, ha ostentado un espíritu de composición exasperante. Más grave resulta, sin embargo, que quien suena para sucederlo y podría ser el candidato in pectore de Cristina, Sergio Massa, si bien posee un perfil más duro y resuelto que Alberto, su línea ideológica y sus antecedentes no lo hacen más recomendable… Aunque, quién sabe, dicen que solo en la cancha se descubren los pingos.

Como se ve, el panorama se presenta turbio. La candidata natural del FdT, la que arrastraría a la masa de sus votantes, es Cristina Kirchner, pero, amén de lo intragable que resulta para una vasta franja de las clases medias, ¿es realmente confiable? Su propensión a sacarse de encima a quienes no le inspiran absoluta confianza (el desamparo en que dejó a Scioli en ocasión de las presidenciales de 2015), la ambigua actitud que tuvo y tiene respecto a la negociación con el FMI, que consiste en criticar lo que primero ha respaldado, como al exministro Martín Guzmán, y el hecho mismo de que podría decantarse por Massa como candidato presidencial, no inducen a la confianza. Como quiera que fuere, una definición pronta y categórica acerca de su disposición a asumir o no la lucha por un tercer mandato es un prerrequisito que no puede soslayarse si se pretende orientar la campaña electoral en los pocos meses que restan.

De cualquier modo hay que enfatizar que un programa para la campaña no es lo mismo que un proyecto de gobierno. Además, se trata no de seducir al electorado sino de convencerlo de que se va en serio. Una de las razones por las cuales el discurso de Javier Milei cala en los sectores políticamente menos preparados es porque el tremendismo de sus proposiciones le da un aura de sinceridad que seduce a sus elementales seguidores. Pero es obvio que ese no es el camino, incluso invirtiendo el sentido de su mensaje. La cuestión pasa por tomar decisiones rápidas, serias, que establezcan un compromiso frente al pueblo que sea difícil de alterar y produzca, si no una brusca inversión de los factores que condicionan la economía, sí suministren una corriente de aire a los sectores populares más apretados y acoquinados que les permita respirar.

Para cerrar, señalemos que los contactos a alto nivel entre los mandatarios de Argentina y Brasil que están teniendo lugar en estos momentos, indican la otra vía maestra sobre la que puede engarzarse la recuperación. No hay que esperar milagros, pero la simultaneidad de dos gobiernos de corte nacional-popular en los dos países más importantes de Sudamérica abre rutas de cooperación que pueden fructificar en un acuerdo binacional para crear un mecanismo de pago de importaciones en reales que reproduzca el pactado con China, en el que se recurre al swap de monedas con la potencia asiática para realizar el intercambio comercial en yuanes, evadiendo así tener que recurrir a los dólares de nuestras exhaustas reservas.

Esta simultaneidad de dos gobiernos coincidentes en sus grandes líneas ideológicas es otro de los beneficios que podrían perderse de ser derrotado el FdT en las próximas elecciones. Quizá sea tarde para querer recuperar en cuatro meses lo que no se hizo en cuatro años, pero el esfuerzo en cualquier caso valdrá la pena.

 

 

 

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