nota completa

28
NOV
2022

La situación ucraniana en el tablero mundial

Jake Sullivan y Nikolai Patushev, ¿negociadores de un posible acuerdo?
Jake Sullivan y Nikolai Patushev, ¿negociadores de un posible acuerdo?
La retirada rusa de Jerson se debió a necesidades tácticas, pero tal vez represente también un primer paso hacia un arreglo –provisorio y precario- del conflicto entre Moscú y la OTAN.

En la nota anterior se intentó atraer la atención sobre el carácter de clase de las falencias militares rusas evidenciadas en el conflicto con la OTAN que tiene lugar a través de los ucranianos, carne de cañón de sus presuntos salvadores. Este artículo tratará de aproximarse a una visión más geopolítica del asunto. ¿Qué hay detrás de la retirada de Jerson, a partir de este enfoque?

a) En el plano militar.

b) En el político.

c) En el geoestratégico.

En el militar la generalidad de los analistas estima que Jerson se encontraba en una situación indefendible y exponía a un gran riesgo a los 30.000 soldados rusos que la guarnicionaban. La cabeza de puente rusa a través del Dniéper era reducida y la ciudad dependía, para su comunicación con la ribera izquierda del río, de un solo puente fijo, que estaba al alcance de la artillería enemiga. Muy averiado, su rol era suplido por puentes de barcas tendidos por los zapadores rusos sobre el curso de agua.

Tal como se ha venido desarrollando la guerra por procuración entre Rusia y la OTAN, esta última ha puesto de manifiesto su superioridad en reconocimiento, comunicaciones, mando y control, de modo que seguir disputando hostilidades en un frente estrecho y con relativamente pocos efectivos, incapaces de avanzar hacia un objetivo mayor, no podía resultar rentable para los rusos. La retirada se imponía, por lo tanto, y no es un dato menor que esta se haya realizado con pérdidas mínimas y luego de evacuar a la población de habla rusa a la orilla oriental del río, poniéndola al resguardo de los excesos probables de las tropas ucranianas o, mejor dicho, de los elementos integristas o ucronazis que pueden estar entre ellas.

Esto clausura, por ahora, las posibilidades de que el ejército ruso intente ocupar Odesa y adentrarse hasta la Transnistria[i], a la vez que libera a muchas unidades ucranianas para operar en el frente sur y hasta soñar con recuperar Crimea. Pero esta última es una hipótesis útil tan solo para ser blandida como propaganda y que está totalmente alejada de la realidad. El invierno probablemente produzca una pausa en las operaciones, lo que permitirá al lado ruso aguardar la llegada de los refuerzos que se esperan a partir de la leva de 300.000 hombres decretada por el Kremlin, mientras que la aviación y los misiles completan la destrucción metódica de las infraestructuras energéticas ucranianas. Luego sería posible recomenzar con las ofensivas.

La otra posibilidad es que la pausa invernal sea aprovechada para generar una reactivación de la diplomacia para buscar una salida negociada al conflicto.

Remolinos internos

Ahora bien, el abandono, así sea provisorio, de Jerson, tiene que producir remolinos en el interior de Rusia. Dígase lo que se quiera, la Operación Especial ha resultado cualquier cosa menos brillante. No se logró el propósito inicial de dar un golpe quirúrgico y provocar que el gobierno de Volodomir Zelenski se derrumbara desde dentro, y el proceso de ablande y conquista metódica que lo siguió careció de espectacularidad y dio pie a una propaganda occidental muy eficaz, que convirtió a Rusia en un paria internacional. Entre los países del occidente europeo, al menos, lo que vino a minar las expectativas de una aproximación entre la UE y Rusia, para gran satisfacción de Estados Unidos, el auténtico “deus ex machina” de esta trama.

Esto nos lleva al plano político, sobre el cual también se asienta el problema. Y aquí nos topamos con una serie de factores de difícil dilucidación. En especial para nosotros, que lo vemos a la distancia y a título de meros observadores aficionados. En primer lugar, ¿qué pasará con la imagen de Vladimir Putin en su país? ¿Y qué con la de Rusia como potencia? No hay duda de que el abandono de Jerson, ciudad que acababa de ser incorporada a la Federación Rusa en el reciente referéndum realizado en el área en disputa, debe haber tenido un sabor muy amargo para el pueblo ruso. El movimiento equivale, a sus ojos, a abandonar una porción de territorio patrio. Lo que puede dar lugar a resentimientos perdurables. Alexander Dugin, el pensador de quien se dice fue hasta hace poco uno de los consejeros de Putin, y cuya hija fue asesinada en un atentado dirigido contra la persona del mismo Dugin, expresó en estos días que la retirada de Jerson era la última línea roja aceptable y que el soberano que no protege a sus súbditos merece correr la suerte del “rey de las lluvias”, o sea, la lapidación.[ii]

Fuera de Rusia, asimismo, esa lentitud y este repliegue, si se lo contrasta con la eficacia de las operaciones de “shock and awe” (choque y espanto) de Estados Unidos en Irak y otros lados[iii], puede saldarse con una importante pérdida de credibilidad y, como sucede en estos casos, eso puede desalentar a gobiernos que podrían, no digamos decantarse por el bando ruso-chino en el plano global, pero sí tomarlo en cuenta como contrapeso al prepotente hegemonismo angloamericano. Esos países –en África, Asia, América latina- se sienten naturalmente atraídos por la posibilidad de poder contar con contrapesos que moderen el ímpetu del turbocapitalismo globalizador, nada propenso a establecer lazos de cooperación más o menos equilibrados con los países del tercer mundo. Como es –hasta cierto punto- el caso de China y Rusia. Las contraprestaciones que estas solicitan de los estados “clientes” no suelen revestir las características implacables de las exigidas por el imperialismo angloamericano: no pasan necesariamente por el control de las finanzas y la enajenación del patrimonio soberano de los países dependientes. Son más bien acuerdos bilaterales o grupales, como en el caso de los BRICS, en los cuales todas las partes quedan conformes o pueden negociar sus diferencias en un marco de mutuo respeto.

Diplomacia

A partir de la retirada rusa a la orilla oriental del Dniéper se han abierto muchas posibilidades. Una de ellas es la de una salida negociada del conflicto, conclusión a la que podrían llegar las partes (Washington y Moscú) por el imperio de los hechos. Hay versiones atendibles en este sentido e incluso episodios –como el del misil antiaéreo ucraniano caído por error en Polonia y que Estados Unidos se abstuvo de explotar atribuyéndoselo a los rusos- que avalan esta posibilidad. El analista brasileño Pepe Escobar –uno de los observadores más agudos del panorama internacional, colaborador del Asia Times y de Al Jazeera- reveló en un artículo reciente que Jake Sullivan, Consejero de Seguridad Nacional en el gabinete de Joe Biden, habría acordado con el director del FSB, Nikolai Patrushev, que el Dniéper sería de aquí en adelante la nueva frontera entre Rusia y Ucrania. Según estos trascendidos, Rusia renunciaría a Jerson y al avance hacia Járkov y Odessa, manteniendo a cambio el Donbass. Y a partir de ese acuerdo, la expansión de la OTAN hacia el este quedaría definitivamente congelada.[iv]

Es mucho decir, sobre todo teniendo en cuenta la absoluta falta de buena fe de Washington y el palmario desconocimiento de las promesas que se le hicieron a Mijail Gorbachov en ocasión de la retirada soviética de sus satélites de Europa oriental. De cualquier modo “la necesidad tiene cara de hereje” y con frecuencia se pactan acuerdos que permiten solventar una situación difícil sin que esto obste para que más adelante, si las circunstancias cambian, los pactos sean revisados. A veces de manera brutal, como lo hizo Hitler con el pacto germano-soviético, y a veces de manera más sutilmente desvergonzada, como es el caso de la palabra dada a Gorbachov en el sentido de que la Organización del Tratado del Atlántico Norte jamás avanzaría sobre el área de seguridad soviética en el este europeo ni buscaría la adhesión de esos países al sistema de defensa integrado en esa asociación.

Los factores que inciden a favor de una solución –imperfecta, provisoria, que ninguna de las partes en el fondo desea cumplir- al conflicto en Ucrania, son varios. Del lado ruso se trataría de enfriar un problema que podría llegar a comprometer gravemente la estabilidad del gobierno. Esto no podemos saberlo de cierto, pues en resumidas cuentas no estamos en condiciones de conocer cuál es el estado de ánimo del pueblo ruso. Pero es posible que Putin piense que es mejor adelantarse a los hechos y buscar un acuerdo que termine por ahora con las hostilidades, le ahorre más desgaste interno y permita a sus fuerzas armadas prepararse mejor para el tipo de compromiso que pueden tener por delante, cuando la lucha se reanude si no se obtiene la eliminación o al menos la “reeducación” del régimen de Kiev y éste cese de pendular hacia occidente.

Del lado de Washington es posible que se esté viendo que las grandes sumas gastadas en armar a Ucrania no rinden rédito, que estarían mejor aplicadas a las erogaciones que demanda el hostigamiento a China, considerada el adversario estratégico número uno de la Unión; que en consecuencia ese nivel de gasto es intolerable y que el gobierno ucraniano depende de él para sobrevivir militarmente; que en cambio el poderío ruso apenas si ha sido comprometido y que, con la llegada del invierno y el endurecimiento del suelo existe la posibilidad de un golpe en forma de flecha lanzado desde Bielorrusia que separe a Ucrania de sus vecinos y suprima su abastecimiento bélico, mientras el país corre el riesgo de congelarse por la destrucción de su superestructura energética.

Son razones bastante atendibles para buscar una salida, al menos temporal. El comediante a cargo de la presidencia en Ucrania no está en condiciones de rehusar ninguna exigencia de su proveedor norteamericano, ni es probable que lo desee. Y los rusos y los norteamericanos quizá estén evaluando la posibilidad de perder un poco de prestigio acomodándose a una solución renga, pero momentáneamente sustentable.

Pero no nos engañemos: la distancia entre los propósitos del establishment norteamericano y la voluntad de Rusia –y de China- de no quedar reducidas al estatus de potencias de segundo orden que les asigna el esquema de poder mundial que preside Estados Unidos, es insalvable. Esto nos refiere a un escenario de fricción permanente, que ocupará las próximas décadas, si antes no ocurre algo peor que anule a los contradictores y a la contradicción misma.

------------------------------------------------------

[i] Territorio autónomo de Moldavia, con población mayoritariamente ruso parlante.

 

[ii] Eurasia, “La guerra dopo Cherson”, de Giuseppe Cappelluti, 20.11.22.

 

[iii] Es verdad que, al final, esas tácticas rápidas y feroces se saldaron con fiascos para USA, amén de provocar un desbarajuste internacional que ha puesto al planeta en el resbaladero. Pero, en su momento, impactaron a la opinión pública y la imagen de los triunfos fulgurantes en las guerras del Golfo aún perdura.

 

[iv] Pepe Escobar, “La retirada de Jerson”, en Tramas.ar, 11.11.22.

Nota leída 1311 veces

comentarios