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08
MAR
2022
Situación en el frente ucraniano ayer lunes. Fuente: RTVE.
Situación en el frente ucraniano ayer lunes. Fuente: RTVE.
Estados Unidos defenderá Ucrania hasta el último ucraniano… o europeo. Siguen las movidas de Washington para fomentar el conflicto en Europa oriental. El jueves reunión clave en Turquía entre los cancilleres ruso y ucraniano.

Los riesgos por la situación en Europa oriental crecen. En el campo diplomático se ha abierto un compás de espera hasta la reunión prevista para el jueves entre los ministros de relaciones exteriores ruso y ucraniano en la ciudad turca de Antalya, fruto de los esfuerzos del mandatario turco Recip Erdogan por mediar en el diferendo. Esto no obsta para que en el campo militar puedan producirse novedades.

Lo que se percibe con toda claridad es que el esfuerzo norteamericano por seguir fogoneando la guerra hasta convertirla en el escenario que sus planificadores habían predispuesto, sigue a toda marcha. Se busca forzar a Rusia a ocupar totalmente a Ucrania en la esperanza de que este hecho desencadene un Afganistán europeo donde se consuman el prestigio, el dinero y los soldados rusos, amén las incontables vidas ucranianas que se perderían en el proceso. Mientras tanto, presupone Washington, las sanciones económicas y los embargos pondrían al gobierno Vladimir Putin de rodillas, arrojándolo del poder. De otra manera no se explica el rechazo de los gobernantes ucranianos en el sentido de negarse a aceptar la capitulación que intenta imponerles Moscú: desarme, compromiso a no participar en la OTAN y neutralización del territorio. Militarmente, en efecto, están derrotados antes de que el ejército ruso haya desplegado todo su poderío. Sólo una demanda  externa bien sustentada con promesas y dinero para que no cedan a las exigencias rusas puede explicar su obstinación.

Una gran maniobra de pinzas se delinea sobre suelo ucraniano. Las tropas rusas procedentes de la frontera sur y de Crimea avanzan hacia el centro del territorio, mientras que las que proceden de Bielorrusia y amenazan Kiev, avanzan hacia el sur, envolviendo al grueso de los efectivos que responden al gobierno de Volodomir Zelinski y los neonazis que lo rodean. Pese a lo que dicen los estrategas de café que claman por la tele que Putin ya perdió la guerra porque no la ganó el primer día, puede decirse que el problema operativo ya se ha cerrado con la destrucción de la fuerza aérea, la armada y los puestos de comando y con el caos sembrado en la infraestructura comunicacional, caminera y ferroviaria. Esto no produjo, sin embargo, el esperado derrumbe, debido precisamente a la injerencia externa y al batifondo mediático que se ha armado y que, en esta época en la que la mentira es reina, está alcanzando niveles no registrados hasta ahora. Y esto, a su vez, determina que el nuevo paso ruso pueda ser una “all out war”, una guerra en gran escala, con ataques a los centros urbanos, bombardeos no ya de precisión sino destinados a la demolición de manzanas enteras que pueden ser convertidas en baluartes improvisados y combates calle por calle y casa por casa que suponen un gran derramamiento de sangre sin distinguir entre militares y civiles, mientras que las ruinas y los escombros se convierten en obstáculos ideales para tender emboscadas a los tanques. No es raro que los rusos hesiten antes de dar ese paso.

Si a Rusia no le queda otra opción para oponerse al avance de la OTAN que proceder a fondo contra Ucrania, ¿cómo se las arreglará si Finlandia o Suecia, o ambas a la vez, asustadas por lo que también van a percibir como una amenaza a su seguridad, pero de parte rusa, consientan en pedir su pertenencia a la OTAN por creer que allí pueden encontrar un paraguas que los proteja? ¿Creyeron Putin y su estado mayor que bastaba una operación quirúrgica para solventar la partida o si, de no bastar ese procedimiento, estuvieron siempre decididos a ir hasta el fondo, volcando definitivamente las reglas del juego al practicar una retorsión implacable contra la UE cortándole el gas y promoviendo una crisis energética de magnitud catastrófica, mientras juegan sus cartas en el desarrollo de sus posibilidades en el espacio euroasiático? Me inclino a creer lo segundo. El precio del petróleo ya está tocando en estos momentos topes históricos y eso que Rusia no ha cortado todavía el suministro de gas a Europa.

Un poco de historia

La obstinación occidental en acorralar a Rusia no es de ahora. En parte es consecuencia del temor que inspira a Europa esa masa de poblaciones euroasiáticas que la han conformado y a las que no terminan de identificar como propias, a pesar del gran aporte que los pueblos eslavos han suministrado, en especial desde el siglo XIX, a la cultura europea. No importa. Desde el siglo XVII polacos, suecos, franceses, británicos y alemanes intentaron, por turno, someter o limitar a Rusia. Los polacos en los ”tiempos tumultuosos” de Rusia, a principios del siglo XVII; los suecos con Carlos XII, derrotado en Poltava por Pedro el Grande, a comienzos del siglo siguiente; los franceses con Napoleón I, como parte de su proyecto paneuropeo o anti-inglés, en 1812; otra vez por los franceses encabezados por Napoleón III y acompañados por los británicos, en la guerra de Crimea, entre 1852 y 1855; por Alemania y Austria-Hungría en 1914, como parte de la primera guerra mundial y, cuatro años más tarde, por la intervención militar de las potencias victoriosas en la guerra, que intentaron estrangular a la revolución bolchevique en su cuna; y, por fin, en 1941, por la Alemania nazi, que estuvo próxima a conseguir el mismo cometido desintegrador que viene buscando desde el derrumbe de la URSS el imperialismo norteamericano o al menos algunos de sus exponentes intelectualmente más reputados. Como Zbygniew Brzezinski, Paul Wolfowitz, William Kristol, Robert Kagan y su esposa Victoria Nuland, con el invalorable aporte del complejo militar-industrial y del indiscernible pero poderosísimo Estado Profundo, esa misteriosa amalgama de finanzas, servicios de inteligencia, empresas de comunicaciones y redes sociales, bancos y flujos incontenibles de capital.

Ahora bien, la obstinación anti-rusa de hoy no se cuida mucho de motivos históricos. Los teorizadores de la globalización asimétrica propulsada por los norteamericanos incuban quizá alguna de esas preocupaciones, pero sus razones son prácticas (si es que se puede asociar el pragmatismo con el delirio de ejercer la supremacía global). Lo que quieren es anular al socio de la coalición chino-rusa dotado de mayor fuerza militar y de una capacidad destructiva que reduce toda posibilidad de enfrentamiento entre las superpotencias nucleares a una ecuación de destrucción mutua asegurada. Es en cierto modo una tentativa de cancelar la teoría MAD (Mutual Assured Destruction), acrónimo también traducible al español como “loco”, que en los años de la guerra fría congeló la posibilidad de un enfrentamiento directo entre la URSS y los EE.UU. Pero para conseguir tal cosa hay que aproximarse demasiado al borde del precipicio. Es decir, a las fronteras rusas.

Europa a la rastra

El otro móvil de la intransigencia norteamericana es su deseo de impedir que Rusia atraiga a su esfera a la Unión Europea. O, mejor dicho, que la Unión Europea se piense a sí misma y se represente no ya como un apéndice del poder norteamericano o como un puesto avanzado contra Rusia, sino como entidad autónoma, capaz de decidir su rumbo y no sometida ni a la protección militar de Estados Unidos ni a la asociación subalterna con este en la explotación de los recursos del mundo periférico. Hasta ahora los políticos europeos no ostentan signos de querer asumir esa postura, pero habrá que ver cómo maduran las cosas. Por de pronto Washington los está empujando a que provean de armas al régimen de Kiev, con una irresponsabilidad que sólo se explica por la infatuación y la cortedad de miras. Ahora estarían solicitando a Polonia que suministre sus viejos cazas de fabricación soviética a la fuerza aérea ucraniana, para reponer las pérdidas, con la promesa de resarcir a los polacos con el envío de cazas norteamericanos F-16. Difícil es que esto sea cierto (¿cuánto tiempo les tomaría a los pilotos polacos acostumbrarse al manejo de sus nuevos aparatos?) y, por si acaso, su gobierno ha manifestado que no piensa consentir ese enroque. Más grave es el envío de armamento antitanque a Ucrania de parte de Alemania y Noruega.

En el campo económico e informativo, mientras tanto, las medidas occidentales aparentan tener más peso. El canciller alemán Olaf Scholz ha anulado la apertura del gasoducto Nord Stream 2, que era la niña de los ojos de los alemanes y de los europeos en general; las sanciones y embargos y prohibiciones para remitir materiales estratégicos se han multiplicado; por todos lados aparecen las cancelaciones de acontecimientos deportivos y las exigencias a futbolistas, tenistas, pilotos de fórmula 1 y etcétera para que se pronuncien contra el gobierno de su patria so pena de ser suspendidos en su actividad, mientras se le baja la cortina a los medios informativos de origen ruso. Esto último, en especial, es un hecho de censura de estado sin precedentes en tiempos de paz. Se anuncian asimismo acciones inéditas de carácter económico de parte de la UE para con Rusia. Sin embargo, habría que ver qué efectos reales tales acciones podrían tener. Rusia dispone de un tesoro de 630 mil millones de dólares para sostener el peso de esas medidas. Como dice Daniele Perra en la revista Eurasia: “En los últimos años, tal vez en preparación del hecho bélico que preparaba y de la respuesta occidental, Rusia se las había ingeniado para reducir la relación de la deuda/producto interno bruto a un 12,5 %, mientras que la norteamericana es del 132,3 %; ha acumulado (Rusia) 2.300 toneladas de oro (el bien refugio que aumenta su valor en concomitancia con las crisis geopolíticas), y se ha liberada de los títulos de deuda estadounidense. A esto se añade la enorme disponibilidad de materias primas y la estrecha relación con los dos países manufactureros más grandes del mundo: China y la India, para nada propensos a plegarse a la vulgata sancionatoria. A la abundancia de las materias primas se puede añadir la producción avanzada de aluminio, titanio (esenciales para cubrir las necesidades de empresas aéreas como Boeing y Airbus, que son surtidas por el grupo ruso Vsmpo-Avisma) y de paladio. Sin contar la producción de cereales. Esto significa que eventuales contra-sanciones rusas tendrían efectos devastadores”.[i]                                                                                    

La situación está en movimiento. No se pueden aventurar opiniones sobre sus próximos desarrollos. Si uno consigue liberarse de la neblina informativa de corte sensacionalista que la rodea y de la irritación que produce la demonización de Putin y los suyos, la sensación es que la situación tiende a agravarse. Los rusos no pueden retroceder, y los norteamericanos parecen creer que el oso se metió en la trampa, lo que va a determinarlos a proseguir en su juego. Pienso que la suya es una percepción engañosa, y hasta muy engañosa. Aunque nunca se sabe.

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[i] Daniele Perra: “Analisi del conflitto in Ucraina”, Eurasia, 7.03.22.

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