Las elecciones de medio término han pasado. Su resultado fue netamente desfavorable para el gobierno, aunque sin duda mejoró su catastrófica performance de las PASO logrando un casi virtual empate en la provincia de Buenos Aires, cuyo tercer cordón electoral había constituido siempre el baluarte del peronismo y donde había salido malparado en la anterior elección. Y bien, la vía de agua que se le había abierto al Titanic peronista al chocar con el iceberg ha quedado provisoriamente controlada. Pero nada de esto disimula el hecho de que el oficialismo haya sido derrotado, que haya quedado sin quórum propio en las dos cámaras del congreso de la nación y que se enfrente ahora al difícil trámite de gobernar en la incertidumbre que le supondrá negociar con la oposición cada uno de los pasos que dé de aquí en adelante.
Por otra parte, ¿cuáles serán y en qué consistirán las negociaciones? Alberto Fernández ha invitado al diálogo indicando que se trata de consensuar con la oposición el apoyo a las negociaciones del gobierno con el Fondo Monetario Internacional; a las cuales el presidente da entender que no están del todo finiquitadas. Afirma además que el repago de la deuda no se hará sin tomar en cuenta las necesidades del pueblo y que por lo tanto se construirá en base a la recuperación de la economía argentina. En suma, que se practicará sin esos ajustes implacables que el FMI exige cada vez que acude en “ayuda” de una economía en apuros. Se nos permitirá ser escépticos respecto a este punto.
Por otra parte la primera reacción de la oposición en el Congreso fue rechazar de plano el ofrecimiento gubernamental. Después de todo, ¿por qué habrían de aceptarlo? Es cierto que los jefes del PRO son los primeros responsables del desbarajuste en que estamos sumidos al contraer la deuda pavorosa que ata al país de pies y manos por un lapso impronosticable de tiempo; y cuyos fondos, por otra parte, en vez de invertirse en el país, navegaron rumbo a la banca privada para favorecer al capitalismo de amigos. Pero por esto mismo esperar de semejante runfla de malandras que te saquen del pozo al cual ellos mismos te han tirado, es como pedirle peras al olmo. Existe la esperanza, claro está, de que quienes no pertenecen al núcleo duro del frente opositor y que no apuestan “a regular la transición” (es decir, a graduar los pasos de una iniciativa destituyente como sin empacho lo declaró Mauricio Macri) se allanen a ese mínimo de coincidencia patriótica que indica que en las cuestiones que atañen a la soberanía nacional un país debe cerrar sus filas y presentar un frente unido sea para negociar o para combatir. Es una esperanza tenue, lo admito: en el contexto del presente argentino es improbable que un político opte por el camino difícil en vez de ceder a un oportunismo disfrazado de pragmatismo.
Ahora bien, ¿de qué arreglo con el Fondo podría tratarse? No hay que hacerse muchas ilusiones; aun en el mejor de los casos exigirá grandes sacrificios, y estos se sentirán especialmente en los sectores más desprotegidos por la simple razón de que no tienen colchón para amortiguar el impacto. Pues el asistencialismo no basta. La única forma de impedir que ese retroceso no degenere en un caos que comprometa la estabilidad institucional sin abrir una opción superadora (de existir ésta, la posibilidad del desorden podría hasta ser bienvenida), la única manera escapar al naufragio sería que los sectores del privilegio cooperasen en un rescate que inexorablemente debe pasar por una reforma fiscal de carácter progresivo. El producido de esta no deberá asignarse al solo asistencialismo o al pago de la deuda, sino que debería servir para fomentar un plan de desarrollo que haga hincapié en recuperación industrial y en la obra pública. Observando el comportamiento que tuvieron las grandes empresas cuando el gobierno les solicitó una colaboración única y voluntaria para amortiguar los efectos de la pandemia, ¿alguien puede imaginar a gentes como Paolo Rocca, Visentin y etcéteras manifestando su aquiescencia? ¿Y podemos suponer al FMI apoyando la obra pública?
En cuanto a las clases pobres, los sacrificios sólo pueden ser aceptados por ellas si, junto a los paliativos para amenguarlos, no se les da la oportunidad de formarse en el trabajo, en la educación y en la absorción de unas normas morales que deben provenir de lo alto, del ejemplo y el estímulo de una dirección provista de sentido del deber y de solidaridad hacia el colectivo social al que se encuentra en la obligación de prestar servicio.
¿Que estas son cualidades y pretensiones abstractas, irreales e impropias de un animal humano movido por el interés exclusivamente? Esto es lo que creen o fingen creer los cultores del darwinismo social, pero en realidad todas las civilizaciones se han formado en base a un balance entre el factor predador y el factor racional, que busca introducir un equilibrio en un decurso que, si fuera simplemente instintivo, no hubiera sido, sencillamente.
Esto puede sonar como una simpleza, pero es una realidad de a puño. Uno de los factores que ensombrecen el presente (no sólo el argentino) es la proliferación de personalidades como Javier Milei o José Luis Espert, o mejor dicho, del eco que estos individuos pueden encontrar en sectores que en su búsqueda de una guía y al no encontrar ninguna son capaces de agarrarse a un clavo ardiente. El crecimiento electoral de estos tipos es quizá el peor síntoma de las recientes elecciones, pues nos habla de la aceptación de un modelo payasesco de hacer política y de la repetición textual del dogma neoliberal puro, basado en el panegírico del individualismo, del egoísmo militante, del simplismo represivo y de la meritocracia ficticia –pues esta suele basarse en realidad en los bienes heredados o en el arribismo más descarado. Todo lo cual indica que una parte de la franja etaria del electorado está afectada por una peligrosa falta de memoria, y que parte de los sectores juveniles de este han quedado predispuestos –por una ignorancia derivada del discurso vacío o del entretenimiento inane que proporcionan los medios- a actuar reactivamente sin una conciencia precisa de las consecuencias de sus actos. El marketing que domina la comunicación política ha cumplido bien su tarea. Tanto es así que según algunas estimaciones el 30 % del electorado que concurrió a las urnas el pasado domingo cree que la deuda que nos agobia fue contraída por el actual gobierno…[i]
¿Qué depara el futuro para la Argentina? Ninguna salida se anuncia fácil. Inclusive podríamos preguntarnos si hay una salida. Se va a vivir en una economía de escasez. Aun si el Fondo Monetario accediese a morigerar sus condiciones, estas no van a ser fáciles. Las negociaciones que propicia el presidente con la oposición están en el limbo. Resta el viejo recurso de gobernar por decretos de Necesidad y Urgencia, mientras los debates en el Congreso ponen en claro cuál es la posición del gobierno y la de la oposición en lo referido a la forma de escapar al cepo en que nos pusieron la deuda macrista y la devastación de la pandemia. Y tal vez un golpe de suerte en Brasil, una elección que relegue a Bolsonaro y devuelva a Lula a la presidencia podría suministrar el año próximo una vía de escape a la apuradísima situación en que nos encontramos. Pero incluso en este caso, la Argentina podría aprovechar la ocasión sólo si la clase política y el pueblo somos capaces de comprender las coordenadas que conforman al Estado-Nación y el largo trabajo que es necesario hacer para consolidarlas.
[i] Dato aportado por Alejandro Bercovich en su programa “Brotes Verdes” de ayer martes.