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01
JUL
2017
Más que de las primarias se trata en Argentina de definir los proyectos con los que se irá a las elecciones legislativas de octubre.

Finalmente el cartel de las candidaturas para las PASO quedó definido. Aunque sea un invento arbitrario inspirado por necesidades coyunturales del kirchnerismo allá por el 2009, el caso es que el expediente de las primarias abiertas persiste. Es, me temo, tan inútil como costoso, pero es un instrumento legal que llevará algún tiempo abolir. Su irrelevancia está ilustrada por el hecho de que la misma persona que lo creó, hoy haga lo imposible para soslayarlo. Hasta ir por fuera de su propio partido, dentro de cuyo marco debería haberse sometido a la consulta.

Como quiera que sea las PASO servirán para el único objetivo que puede darles cierta utilidad: convertirse en una suerte de lujosa encuesta que anticipará con mayor precisión que las compulsas encargadas a los estadígrafos pagos -que tienden a reflejar el interés de quien le da el trabajo- las preferencias del electorado.

El escenario que resulta de los tironeos en torno a las PASO producidos en el frente opositor al gobierno parece resultar favorable a este: en vez de a uno habrá de enfrentar a tres peronismos que se dividirán los votos, cosa que menguará su volumen frente al bloque unitario que formarán las fuerzas que respaldarán a los candidatos de Cambiemos. Si después de las PASO se producen fugas o reorientaciones en la oposición con vistas a las elecciones reales, las legislativas previstas para octubre, es cosa que no sabemos. Será allí, sin embargo, donde se dirimirá la compulsa verdadera, la que determinará si el actual gobierno nacional sigue operando con la misma impunidad que hasta ahora en el ajuste, en el desguace de las estructuras que protegían la seguridad social y económica del estado, o si encontrará un freno a su furor neoliberal, que ya ha producido daños casi insanables al generar políticas de exclusión y de híper concentración de la riqueza, mientras ata al país al servicio de una deuda externa que promete volver a ser eterna…

La apertura de las importaciones, la desregulación monetaria, el achicamiento de la industria, la destrucción del empleo, los repetidos embates contra la seguridad social, la amenaza cada vez más pronunciada de una nueva privatización de las jubilaciones, la contratación de más y más deuda para enjugar el crecimiento de un déficit fiscal resultado del privilegio otorgado al campo y a la riqueza; la bicicleta financiera…, todo orienta a una regresión que sintoniza con la onda reaccionaria que recorre a Suramérica y que nos dirige, firmemente, hacia el papel de país pastoril y agroexportador que nos fue endilgado por el imperialismo desde el principio de los tiempos.

Rechazar con vigor este proyecto que hace prescindible a la mayoría de la población y la reduce al papel de ejército de reserva de un trabajo escaso y mal pago en las transnacionales que decidan seguir haciendo negocio en el país, con la secuela de degradación moral y física que eso conlleva, es clave para hacer de la vida una cosa digna de ser vivida. Para conseguirlo, al menos en este momento, hay que aprovechar los comicios de octubre para expresar un ¡NO! rotundo al curso que han tomado las cosas.

Será difícil, si no imposible, encontrar un agente político que reúna todas las cualidades que son precisas para asumir esta tarea. Las fórmulas mágicas no existen, sin embargo; cualquier opción liberadora, sobre todo en las condiciones de nuestro país, habrá de elaborarse con esfuerzo y a lo largo de un cierto período de tiempo. Es prácticamente inevitable por lo tanto asumir que, en este momento y mirando hacia octubre, la única plataforma que ofrece algún asidero a la esperanza es la capitaneada por la ex presidenta, Unidad Ciudadana. Al menos, la decisión de Cristina de poner énfasis en el tema económico y en el deterioro social, sumados a sus antecedentes, en general positivos, en el gobierno, y a su predisposición combativa, resultan muchísimo más convincentes que los ostentados por cualquiera de los otros “opositores” que deambulan por allí, algunos de los cuales, como Sergio Massa, de opositor tiene el nombre más que otra cosa. En cuanto a las fuerzas de “izquierda” están dispersas, son fragmentarias y padecen de su habitual astigmatismo frente a la realidad.

Esto no significa que los errores cometidos y las insuficiencias de la gestión anterior deban ser ignorados, pues ello induciría al autoengaño. No es el momento de ponerse a desgranar, una a una, las torpezas y los errores de comunicación que enajenaron a la ex presidenta la opinión de grandes sectores clase media e incluso baja, muy vulnerables a un discurso mediático oligopólico, inficionado por el discurso único, el “qualunquismo” y la mentira. Pero no se puede dejar de poner de relieve el problema mayor, que es el mismo que ha aquejado a lo largo de estos años a los otros gobiernos populares que han proliferado en Suramérica: la timidez a la hora de enfrentarse al gran capital y la incapacidad para elaborar estrategias que otorguen poder para hacerlo. Aquí esa deficiencia se articuló en la  renuncia a llevar adelante una reforma fiscal progresiva, en la insensatez de cortarse de los apoyos sindicales que podrían haberle suministrado una base, maleada quizá pero consistente, para resistir la reacción de la derecha; en la obcecada postergación de una política inteligente dirigida a las fuerzas armadas, en la predilección por el juego de masacre dentro del partido y en la persistencia en un progresismo periférico y hasta cierto punto retórico.

El proceso de revisión de lo actuado entre el 2003 y el 2015 habrá de ser gradual y subordinado a esta necesidad básica de ganar las elecciones de octubre. Primero se deberá lanzar un envite contra el proyecto del actual gobierno, vaciado de contenido nacional, centrado en el agronegocio y la especulación financiera e irresponsablemente atado a la globalización asimétrica propugnada por el imperialismo. Convendrá que el bando popular y  nacional abandone el intercambio de acusaciones recíprocas en torno a temas de tinte personal o comiteril. La autocrítica habrá de actuarse  a través de la práctica antes que del reproche. Se hará preciso alejarse del hábito destructivo de la polémica personal y huir de la protesta abstracta. Para esto se necesita talento y una voluntad política que esté ponderada por la razón y provista de una genuina generosidad.

En este sentido no se puede sino celebrar la emergencia de Jorge Taiana como segundo término de la dupla de candidatos al senado por la provincia de Buenos Aires. El segundo de Cristina Kirchner en la fórmula senatorial es una figura connotada por el equilibrio y también por la firmeza. Proviene del riñón del peronismo –su padre fue el médico personal del general Perón- y sus antecedentes son irreprochables. O, como se ha dicho por ahí, “incarpetables”. Tiene también algo que lo convierte en una rara avis dentro de la política argentina: experiencia internacional, cosa que es muy necesaria en esta hora del mundo. Y posee también el difícil arte de disentir, hasta el punto de dimitir por voluntad propia su cargo cuando era ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Cristina, sin romper la línea de lealtad partidaria y personal, y sin incurrir en los berrinches que han distinguido al ex ministro del Interior Florencio Randazzo cuando se vio –injustamente, a sus ojos- alejado de la candidatura presidencial que ambicionaba.

Estamos inmersos en un trámite difícil, que no puede sino hacerse más difícil en el futuro. Enfrentarse al proyecto neoliberal es indispensable. Hay que cobrar conciencia de que ese enfrentamiento va a convertirse en colisión más pronto que tarde, si se lo opera de una manera resuelta. La movilización popular, la presencia del pueblo organizado en la calle va a ser un componente inevitable de ese proceso, si se quiere que este cobre poder disuasorio. Se trata de una perspectiva complicada y por cierto difícil de manejar para no caer en la trampa de las provocaciones y la violencia inducida. No es un proceso amable, pero si el grueso del congreso, la justicia y la corporación sindical persisten como hasta ahora en la inconsistencia, la corrupción y el manejo errático de las cosas ante la ofensiva del ejecutivo, la vida en Argentina se convertirá en una bomba que al explotar puede alcanzarnos a todos. En su liberación lenta ya nos está alcanzado con la creciente inseguridad social, psicológica y física que nos rodea.

 

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