Al seguir la evolución de los acontecimientos que se suceden en el país es imposible no marearse. No nos vamos a detener en las afirmaciones, vacías de toda certidumbre, que se desprenden desde el gobierno en el sentido de que, a partir del segundo semestre de este año, es decir, a partir de ahora, los resultados positivos de la políticas instrumentadas a partir del 10 de diciembre empezarán a notarse. Todos los indicadores marcan lo contrario, y si la tensión derivada del creciente desempleo y del ajuste económico aún no se ha trasladado a la protesta callejera es porque persiste el remanente de una ilusión en un sector de la clase media –que se resiste a reconocer haberse equivocado y en el cual subsiste un marcado encono contra la figura de la ex presidenta, que inhabilita a pensar por propia cuenta- y porque la dirigencia que se agrupa en las principales organizaciones gremiales tiene tiempos que se condicen con sus propios intereses y con evaluaciones tácticas que la inducen a no precipitarse. Pero cuando uno ve al ministro de Economía ir a España y pedir perdón por el maltrato que los empresarios españoles habrían sufrido de manos del anterior gobierno, un vahído, por no decir una náusea, nos ataca.
Hay un componente psicológico en la clase dominante argentina, derivada de su configuración como “burguesía compradora”, es decir, dependiente y correa de transmisión del interés externo para con el propio país, que la induce a aceptar como un axioma que las clases dominantes de los países centrales siempre tienen razón. De lo que se trata es de acomodarse de la mejor manera posible al “diktat” del ellas y sacar el mayor provecho de esa postura, subsumiéndose en el sistema global como una parte subordinada pero integrante del mismo. Aun así, no se recuerda, desde que el vicepresidente Julio A. Roca (hijo) coincidiera en 1933 con la opinión de que Argentina podía ser considerada como parte integrante del imperio británico, a un funcionario nacional de alto perfil que haya emitido una afirmación tan deplorable como la proferida por el Dr. Alfonso Prat Gay. ¿De qué hemos de disculparnos los argentinos? ¿De haber expropiado YPF –en forma tardía y con una suculenta indemnización mediante-; de haber renacionalizado Aerolíneas?
La gestión de los capitales españoles en estas empresas de gran interés estratégico para el país estuvo lejos de ser la ideal. En realidad resultó una verdadera estafa. El accionar de Iberia/Marsans en la gestión de Aerolíneas y de Repsol en YPF fue catastrófico para las empresas nacionales. A comienzos de la década de los ’90 el gobierno de Carlos Menem vendió Aerolíneas Argentinas a la compañía estatal española Iberia, como parte del plan destinado a vender “las joyas de la abuela”, es decir a liquidar todos los activos “que deben pertenecer al Estado y que de aquí en más no pertenecerán al Estado”, en palabras del entonces ministro Dromi. Se la transfirió sin ningún pasivo, pues el gobierno argentino ya había absorbido la deuda de la empresa. Los españoles pagaron 1610 millones de dólares en títulos públicos y sólo 260 millones en efectivo, con la particularidad de que para conseguir el dinero se endeudaron y transfirieron el pago a la cuenta de la propia Aerolíneas. A partir de ahí y tras “negociar” con el gobierno argentino la rescisión de la cláusula que daba al estado nacional la facultad de vigilar las políticas estratégicas de la empresa y la fiscalización en la venta de activos, Aerolíneas fue vaciada sistemáticamente. Se vendieron 28 aeronaves de la flota, se escamotearon los simuladores de vuelo, se desmantelaron los talleres, se levantaron rutas y virtualmente se quebró la empresa en beneficio de la estatal española, hasta que el gobierno de Madrid la vendió a al grupo Marsans por el precio simbólico de un euro, aportando de paso un pago de 700 millones de dólares destinado a enjugar deudas anteriores y a armar un plan de negocios. Sin embargo, lejos de querer levantar la empresa y bajo el comando de dos delincuentes actualmente entre rejas en España, Antonio Matas y Gerardo Díaz Ferrán, el grupo remató el saqueo derivando lo que quedaba de los activos de la empresa a las compañías que tenía en el Caribe.
La renacionalización de Aerolíneas en 2008 supuso la recuperación de la compañía de bandera y el inicio de un período de una actividad fructífera que potenció la interconectividad aérea entre las regiones del país y recuperó las rutas internacionales que se habían perdido con Iberia-Marsans. Esta actividad se prolonga hasta ahora, aunque no se sabe por cuánto tiempo, atendiendo las trazas de la política económica del actual gobierno.
Algo parecido ocurrió en YPF. Lo primero que hicieron los españoles de Repsol fue vender la participación que YPF tenía en una compañía norteamericana que operaba en la explotación de yacimientos en Texas y Oklahoma. Se hicieron así de los dineros necesarios para cancelar la deuda que habían contraído para comprar YPF, y luego, a partir del año siguiente a la compra, en 2000, Repsol se dedicó a transferir el resto de los activos internacionales de YPF a otras de sus propias subsidiarias. Esas ventas aportaron más de 3000 millones de dólares, que fueron girados a Repsol como dividendos extraordinarios. La desinversión se hizo evidente en el descenso en picada de la actividad exploratoria y la perforación de pozos. Las reservas de crudo por lo tanto disminuyeron de 123 a 63 millones de metros cúbicos -un 49,8 por ciento-, y las de gas de 191 a 50 millones de metros cúbicos, un 73,8 por ciento.
El proceso de desinversión a nivel local tuvo como contracara utilidades record que luego se remitieron al exterior. Entre 1999 y 2011, YPF obtuvo ganancias por 16.450 millones de dólares y giró al exterior dividendos por 13.246 millones de dólares. En el mismo período, el patrimonio neto de la empresa se redujo 41 por ciento, mientras que la producción de petróleo cayó 43 por ciento y la producción de gas disminuyó 31 por ciento. Las cifras dejan en claro que Repsol utilizó los recursos para favorecer su expansión internacional a costa de la petrolera local, que al mismo tiempo fue reduciendo su radio de acción en la Argentina.[i]
La expropiación –tardía y saldada con una jugosa indemnización de 4.500 millones de dólares- fue el último recurso del anterior gobierno no sólo para rescatar la empresa de la extinción, sino para proveer al país de un combustible que se echaba en falta y que cada vez más debía ser suplido con importaciones que aceleraban la liquidación de las divisas.
¿Quién debe pedir perdón tras semejantes desbarajustes? Prat Gay se toma atribuciones que no le pertenecen y pide perdón en nombre del país… a los ladrones que lo habían robado.
Giro
La actitud de Prat Gay en Madrid, si bien repele por su falta de estilo, no debe asombrarnos demasiado. Matices más, matices menos, es la expresión del deseo de hacer negocios con el imperialismo a espaldas (o sobre ellas) del pueblo argentino, rasgo connatural a todos los gobiernos de la derecha -cívica o militar- que han manejado a la Argentina. Más debe preocuparnos el direccionamiento que nuestro gobierno está dando a la política exterior argentina, orientación que se hace doblemente inquietante por la tonalidad que han adquirido las cosas en Brasil. En efecto, en pocos días el presidente Macri ha tomado tres decisiones claramente indicativas del rumbo que tomará la orientación de nuestra política exterior. Decidió asistir a la cumbre de presidentes de la Alianza del Pacífico, visitará a Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, país central en la conformación de la citada alianza, y solicitó oficialmente que la Argentina figure en carácter de observadora en esa alianza comercial integrada por México, Colombia, Perú y Chile, que propone una zona de libre comercio en la cual la predominancia de Estados Unidos, a través del Nafta, será indiscutible. Hay un claro giro geopolítico en este direccionamiento respecto de las líneas maestras que habían orientado a la diplomacia argentina desde 2003. Es el reingreso al Alca (Área para el Libre Comercio de las Américas) fórmula que se creía extinta tras su defenestración en la cumbre de Mar del Plata en 2005 por la conjunción de Kirchner, Lula y Chávez.
En otro momento la aproximación a los países de la cuenca del Pacífico hubiera sido más que deseable; pero hoy, en vez de suponer una consolidación de la integración luso-iberoamericana, lo más probable es que sirva para diluir al Mercosur en el torrente comercial gobernado por la disparidad de los términos del intercambio entre nuestros países y Estados Unidos. La probable apertura al Pacífico se da en un momento de retroceso, vacilación y desconcierto en las fuerzas populares de Argentina, Brasil y Venezuela. El empoderamiento de la burguesía paulista y de las fuerzas del mercado en Brasil, el retorno conservador en Argentina y la vacilante situación del presidente Maduro en Caracas, proponen un escenario problemático, sobre el que gravita además la ofensiva global de Estados Unidos y que tiene por eje en este momento a Ucrania, a Siria y al Mar de la China.
La realidad internacional es un tablero de ajedrez que debe ser evaluado y analizado jugada tras jugada. Por lo tanto, sin desestimar lo que de positivo pueda llegar a haber en la aproximación a la Alianza del Pacífico, es necesario estar alertas y proponerse el fatigoso ejercicio intelectual de valorar cada una de las movidas que se produzcan en ese marco.
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[i] Tanto las cifras de Aerolíneas Argentinas como las referidas a YPF están tomadas del artículo “Memorias del saqueo”, de Fernando Krakowiak, publicado en Página 12 el martes 31 de mayo.