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06
ABR
2016
Plataforma continental argentina aprobada por la ONU
Plataforma continental argentina aprobada por la ONU
El reconocimiento por la ONU de las 300 millas marinas para Argentina es un éxito que no alcanza a contrapesar el complejo panorama abierto en apenas tres meses por el nuevo gobierno nacional.

La conmemoración del 2 de abril, aniversario de la recuperación de las islas Malvinas, ha casi coincidido este año con la aprobación, por la  Comisión de Límites de la Plataforma Continental de las Naciones Unidas, de los derechos argentinos a las 300 millas marinas que nuestro país reclamó en una presentación del 21 de Abril de 2009. Esta decisión refuerza los argumentos que Argentina tiene respecto a la soberanía sobre el archipiélago y sobre las riquezas del mar y el lecho marítimo que abarca la extensión tomada en cuenta por ese reconocimiento. Todo lo cual le brinda una inmejorable plataforma legal para defender sus derechos.

Lamentablemente, este refrendo jurídico no tiene ni va a tener influencia práctica alguna en la medida en que nuestro país siga siendo incapaz de sostener sus derechos en otro ámbito que no sea el de la moral abstracta. Y en contra de ello conspiran dos factores. Uno es el estado de práctica indefensión en que se encuentran las fuerzas armadas, y el otro es la orientación de nuestra diplomacia y de una política económica que apunta a la destrucción de la exigua base industrial y tecnológica de que el país dispone y su retorno al papel de exportador de una producción primaria, sin valor agregado. Lo cual acarrea, a su vez, una regresión social que  supondría una conflictividad latente o expresa que quitaría al país, quizá por largo tiempo, su capacidad para tener una presencia de rango internacional. A lo que cabe agregar la crisis que sufriría el Mercosur por la entronización de políticas de neto corte neoliberal en Argentina y probablemente en Brasil, y la pérdida de protagonismo que eso implicaría para la  región.

Del estado deplorable en que están las tres armas dan cuenta los informes que se publican en la prensa aunque, por lo general, sin otorgarles relieve ni poner de manifiesto la gravedad que supone esta situación, no ya para enfrentarse a un conflicto armado sino siquiera para mantener esa gravitación latente que es indicio de que una nación está en condiciones hacerse valer y tiene conciencia de su entidad. Cosa que se puso de manifiesto de manera casi risible por el hecho de que la fuerza área prácticamente no dispuso de aviones para brindar cobertura aérea a la visita del presidente de Estados Unidos.

La responsabilidad por esta calamitosa situación es adjudicable a todos los gobiernos de la democracia que, escaldados por la experiencia de sucesivas dictaduras militares –y por la amenaza que representaban algunos de sus elementos remanentes-, fueron dejando de lado todo intento de modernización y achicando y desguazando lo que restaba, en un acto de estolidez que sirve perfectamente para ilustrar al refrán popular que recomienda “no tirar al niño junto al agua de la bañera”. La opinión pública, por su lado, horrorizada por el recuerdo de los crímenes de la última dictadura, no prestó atención al tema o, cuando mucho, se solazó con una especie de “schadenfreude”[i] de lo que les pasaba a los “milicos”.

El gobierno de Cambiemos difícilmente vaya a revertir el curso vigente, aunque no es imposible que se ocupe de procurar un cierto grado de rearme para atender los aspectos más  impostergables del problema, para adecuar a las fuerzas a los parámetros del orden global dictado por Washington y para eventualmente seducir a algunos elementos de un factor de poder que, aunque reducido a su mínima expresión en el presente, ha tenido siempre gravitación en la política argentina y al que se desearía volver a convertir en espada del sistema.

Pero lo que más pesa en la situación en que se encuentra nuestro país es el rumbo adoptado en la economía, la planificación estratégica y la sustentabilidad social. La reducción o  eliminación de las retenciones al agro y a las exportaciones mineras, la política de despidos masivos que tienen como razón última el intento de quitarle al estado su función de control y de intervención operativa sobre el mercado; la declaración de obsolescencia y la virtual cancelación del plan nuclear, la renuncia a cualquier pretensión de alcanzar la soberanía energética, la suspensión de la fabricación del ARSAT III y la suspensión de los acuerdos con China, suponen no sólo un borrón y cuenta nueva para con lo actuado por el anterior gobierno, sino un retorno sin anestesia a las políticas de mercado, al alineamiento automático con Estados Unidos y a un replanteo de la distribución de la renta tan brutal que es difícil que el país pueda sobrevivir a ella sin una conmoción mayúscula.

Fruto de la teorización de los gurúes neoliberales, esta cirugía mayor corre el riesgo de estrellarse contra la realidad. Un dato entre los muchos que tienden a confirmar esto es un mensaje que los abogados que defienden los intereses de China hicieron llegar al ministerio de Economía (y no a la Cancillería) el pasado 10 de marzo. Publicado por Ámbito Financiero en su edición on line del lunes 4 de abril, es un recordatorio de los riesgos a que se expone nuestro país si no da una definición sobre el futuro de los acuerdos por 4.714 millones de dólares de inversiones chinas y que están afectados a las represas Kirchner y Cepernic, en el sur. La nota refresca las condiciones de esos acuerdos y la vinculación que existe entre ellos y la inversión de u$s 2.099 millones que está referida al proyecto del Ferrocarril Belgrano, suscripto en 2012, y del cual el gobierno Macri ha hecho un caballito de batalla y es central a su estrategia. “Los proyectos para las represas Kirchner-Cepernic y el proyecto Belgrano (Belgrano Cargas) -dice el documento-, son proyectos mayores promovidos por el partido (comunista chino) en un mismo período de tiempo político para Argentina y cada uno de los acuerdos de facilidades de pago de las represas junto con las del Belgrano contienen cláusulas de cross default". En otros términos, explica Ámbito, “el paquete que cerró Cristina de Kirchner con Xi Jinping y que el presidente chino defendió personalmente en Pekín implica que si se cae una obra acordada con ese país, se caen todas. Esa es la amenaza que implica la notificación a la Argentina: si tocan las condiciones de las represas en el sur, aplicamos cross default al Belgrano Cargas. Eso es lo que obligó al Gobierno a ir casi al pie a la reunión con Xi Jinping en Washington y negociar algunos puntos de los acuerdos, ya que el centro de los convenios no puede ser renegociado”.

Súbitamente el proyecto regresivo en materia económica tropieza con un obstáculo de envergadura procedente del exterior y dotado de un peso muy superior a las cláusulas cerrojo con que el gobierno de Cristina Kirchner imaginó poder blindar sus leyes en el Congreso. A los diputados y senadores se los puede comprar o extorsionar con la provisión o no de fondos para sus provincias, pero con los chinos no se juega. No significa esto que a uno lo regocije que el país haya de sufrir una presión exterior, pero en este caso esa presión puede ser bienvenida pues contribuye a rescatar emprendimientos estratégicos esenciales para el desarrollo de la nación y porque ese tipo de situaciones puede llegar a salvar a los proyectos de Atucha III y a mantener al Invap y la Cnea con la cabeza fuera del agua. Los chinos no son nuestros competidores sino nuestros compradores, su economía no es competitiva sino complementaria de la nuestra y, por lo tanto, su presencia en  el ámbito de la inversión productiva puede contrabalancear la influencia negativa de un centro mundial que absorbe, extrae y no da nada a cambio.

En lo referido a las consecuencias que los expeditivos procederes del actual gobierno están teniendo en el plano social, provocan un gran desconcierto entre los que votaron a Cambiemos llevados sobre todo por una explosión de pasional antipatía hacia Cristina Kirchner y, en muchos casos, hacia el peronismo; y una bronca cada vez más pronunciada entre quienes no lo hicieron, bronca asordinada por la veladura mediática. Por ahora el comportamiento cómplice del sindicalismo “gordo” para con el gobierno aplana la protesta. Habrá que ver por cuanto tiempo podrá mantener esta tesitura.

Por otra parte el impacto de los “Panama Papers” en la opinión pública no puede ser minimizado, aunque el asunto, en su conjunto, es seguro que tiene en la mira a blancos muchísimo más importantes que Mauricio Macri. En la cocina de la alta política internacional los ingredientes nutritivos se combinan con los venenos de una manera que casi siempre es indiscernible para el observador llano. Es curioso, por ejemplo, que en esa trama de bancos off shore, de transacciones opacas  y de lavado de dinero, no figure, hasta ahora, ninguna institución norteamericana ni ningún capitoste de su política, mientras que sí figuran en primera plana nombres como los de Vladimir Putin, Xi Jingping o Bashar al Assad. Por supuesto, esto no anula la erosión que para la figura del presidente de la nación implica el estallido de este escándalo. Tanto a nivel local como mundial, este asunto tendrá mucho desarrollo en el futuro. Volveremos sobre él. 

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[i] Palabra alemana que sirve para designar el sentimiento de alegría que causa el sufrimiento o la infelicidad del otro. 

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