Mientras los decretos de necesidad y urgencia del nuevo gobierno llueven como chuzos de punta, se delinea el ajuste tantas veces anunciado y se esbozan los primeros movimientos de resistencia al régimen “Ceocrático” recién inaugurado, quiero buscar alivio a tanta pálida refiriéndome a un valioso libro que ha llegado a mis manos.
Andrés Soliz Rada es uno de esos intelectuales que hacen de la historia y la política la vía de una militancia atada a una corriente de ideas que puede denominarse genéricamente como Izquierda Nacional latinoamericana. Es boliviano y en tanto tal ha sido parido por una de las tierras más desgarradas, complejas y sustantivas de Suramérica, de una importancia geopolítica capital por su inserción en el centro del subcontinente y por sus recursos enormes en materia de reservas minerales y energéticas. Esto, y la compleja trama étnica que habita Bolivia, han pintado su historia con colores dramáticos. La dependencia del imperialismo y el poder de la casta oligárquica, tanto en tiempos coloniales como en los de la república, hicieron de su historia la experiencia más desgarradora de todas por las que han discurrido los países de la Iberoamérica fragmentada. Desde los años de la conquista y la colonia a los posteriores a la independencia, fue el escenario predilecto de la explotación más salvaje practicada contra un pueblo casi indefenso, atado al socavón de las minas, al surco o al pongaje, en una servidumbre de siglos que consumió millones de vidas, extinguidas mucho antes de su límite natural por obra del hambre y la sobreexplotación del trabajo esclavo. Contra esa servidumbre el pueblo boliviano se levantó muchas veces. Esas sublevaciones, ahogadas en sangre en su mayor parte, dan testimonio de una pertinacia en la lucha por la libertad que por fin ha encontrado su recompensa en el ascenso al poder de Evo Morales. Pero su presencia sólo ha sido posible a través de dos centurias de luchas de un dramatismo sin paralelo.
Esta historia no ha solido ser apreciada o conocida en toda su intensidad trágica en nuestro país; por efecto, presumimos, de la alienación en que nuestra clase dirigente y parte de la clase media han vivido y viven respecto a la realidad que nos rodea. Pese a que Bolivia colinda con nuestra frontera norte, a que en su territorio se llevó a cabo la parte más dura de la lucha por la independencia argentina[i] y a que decenas de miles de inmigrantes de ese origen arriban y se instalan en la periferia de nuestras grandes ciudades, hay una cerrazón ignorante, cuando no despectiva, hacia estos compatriotas de la Patria Grande.
Esta ignorancia que afecta a muchos puede comenzar a ser superada a través de las páginas de “La Luz en el Túnel”[ii], el vigoroso libro que Soliz Rada dedica a reseñar los temas centrales que caracterizan a la historia de Bolivia y sobre todo a su expresión en la política presente. El historiador Roberto Ferrero, en su prólogo a la edición argentina del libro, expresa que Soliz Rada “encara el núcleo central de su trabajo de acuerdo a un criterio ortodoxamente latinoamericano, visualizando la cuestión nacional boliviana como una subcuestión de la única y verdadera cuestión nacional, que es la unidad y liberación de la Patria Grande”. Este enfoque permite a Soliz Rada no sólo explayarse sobre temas que hacen a la historia y sobre todo a la actualidad de su patria, sino también remontarse desde ellos a una visión universal que incluye a Iberoamérica como parte de un mundo colonizado por el imperialismo y en lucha por su libertad y su identidad prácticamente desde el nacimiento a la independencia. Una independencia deformada por las tendencias centrífugas fomentadas por el imperialismo y a la que la inmadurez de las condiciones económicas y sociales de unos países tironeados por la concentración capitalista en manos de una burguesía comercial o “compradora”, terminó de fragmentar y dispersar a los cuatro vientos.
Este trampolín teórico lleva a Soliz Rada a moverse en un área que abarca temas como los vinculados al problema del indio, al tráfico de esclavos como sustrato del crecimiento del capitalismo europeo; a los puntos de vista de Hegel y Marx sobre América Latina, a su corrección por Lenin y Trotsky, luego a su distorsión por sus discípulos locales del PIR y del POR; al papel funesto del estalinismo y la ultraizquierda en el derrocamiento del mayor Gualberto Villarroel y su colgamiento en Plaza Murillo; al problema de la salida de Bolivia al mar; al tema del revisionismo histórico y a un examen circunstanciado de la actualidad boliviana, en especial en lo referido al problema de su definición identitaria. Esto es, el problema de su definición como estado nacional o como estado plurinacional, tal como fue consagrado en su más reciente constitución.
Este asunto y su conexión con una reivindicación absoluta y fuera de toda proporción de los llamados pueblos originarios debe ser visualizado como un arma contrarrevolucionaria esgrimida por el imperialismo a través de sus vectores locales, las ONGs y la izquierda afectiva (¿o habría que decir boba?), oscilante entre la ignorancia de las coordenadas por las que se mueven las relaciones de poder en el mundo y una comprensión simplista de las contradicciones sociales y geopolíticas. El tema es de enorme importancia para la elaboración de una teoría revolucionaria para el continente y por lo tanto requiere de una conciencia alerta. La liviandad con que el tema ha sido abordado en los últimos tiempos en Argentina por una especie que podría definirse como los militantes del indigenismo y el antirroquismo, no es demasiado grave en la medida que no afecta a mucha gente y sirve cuando mucho para sumar otro poco de confusión a la discusión de los problemas de fondo del país; pero en una nación como Bolivia, donde la inmensa mayoría de la población es indomestiza, el tema cobra una significación decisiva. En este sentido el libro de Soliz Rada aporta una contribución muy importante.
Siempre en conexión a su idea maestra, que es la visualización de la cuestión boliviana como parte integrante de la cuestión de la Patria Grande, el libro reivindica el respeto a la cultura de los pueblos originarios, pero rechaza su traducción mecánica a una “nacionalidad” contrapuesta a la que surge del estado central, que es el único capaz de aglutinar la voluntad de todo un pueblo para defenderse de la injerencia y la intriga del imperialismo, interesado en promover y pronunciar los factores de disgregación de los países inconstituídos. “Las incoherencias del indigenismo han sobrepasado lo imaginable –dice ASR -. Uno de sus voceros plantea el retorno al Tawantinsuyo, para luego admitir la imposibilidad de conocer el pasado incaico, debido a la carencia de escritura. Sostiene que el problema será resuelto recurriendo a la imaginación de los antropólogos…”
En el capítulo “El indigenismo, una cuestión colonial”, Soliz Rada abunda sobre este tema y elabora una refutación de los profetas de indigenismo que han llevado a la consagración de una constitución para el país del altiplano que otorga la “nacionalidad” a 36 etnias. ¿Cómo se puede entender que se pretendan planificar los objetivos cruciales de un país sobre la base de su dispersión étnica?, se pregunta Soliz Rada. “¿Cómo hacerlo sobre la base de 36 naciones indígenas y no sobre la categoría sociológica que lo unifica (el estado nacional), le da cohesión y unidad en la historia?”… Divorciar lo mestizo de lo indígena en Bolivia es tan absurdo como pretender que un ser humano continúe viviendo separando sus glóbulos rojos de sus glóbulos blancos en el torrente sanguíneo.” Citando a uno de los ideólogos del indigenismo a ultranza, Rodolfo Stavenhagen, que decía que el indigenismo no tiene por qué hacer pedazos a las sociedades bien integradas, Soliz Rada replica que “las sociedades bien integradas son, justamente, las potencias imperialistas interesadas en desintegrar a los países periféricos”.
En este libro Andrés Soliz Rada realiza un aporte notable a la bibliografía que se puede definir como de Izquierda Nacional latinoamericana. La obra resulta de una recopilación de sus artículos y ensayos publicados a lo largo de los últimos años en diversos órganos de esta corriente ideológica. Su organización es lógica antes que cronológica, lo que le permite adentrarse en la compleja dialéctica de los principales problemas que afectan a nuestra región. El autor dispone de los recursos intelectuales y prácticos para abordar con seguridad sus temas: posee el conocimiento de la historia y de la práctica política. Soliz Rada, en efecto, tiene una prolífica producción bibliográfica, fue senador y diputado nacional de su país y ministro de Hidrocarburos al comienzo de la gestión de Evo Morales.
“La luz en el túnel” es, en suma, uno de esos trabajos invalorables que mancomunan la teoría con la práctica de la política y que iluminan la realidad horadando la niebla de preconceptos, prejuicios, confusionismo y desinformación, plantándose en los problemas concretos que determinan el destino de una patria todavía en su hacerse y que requiere de esa claridad de miras para orientar su camino.
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· [i] El Alto Perú fue el escenario de las campañas más importantes del ejército argentino desde 1810 a 1816. Las expediciones de Balcarce, Belgrano y Rondeau dieron lugar a los combates y batallas más enconados de la guerra de la independencia. Arrancando de Suipacha, Huaqui, Tucumán y Salta, continuando con Vilcapugio y Ayohuma y rematando en Sipe Sipe, esas campañas demuestran la vigencia de los límites del antiguo virreinato de Río de la Plata en la perspectiva estratégica de aquellos años. Esa conexión encuentra una doble confirmación en la lucha de Güemes en Salta, que se confunde con la Guerra de las Republiquetas altoperuanas, un episodio este último que se cuenta entre los más feroces que dio la guerra de la independencia suramericana y del que da cuenta Bartolomé Mitre en el capítulo que le dedica en su “Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina”; libro fundacional de nuestra “historia oficial”, pero no por eso –o por esto mismo- de necesario conocimiento.
[ii] “La luz en el túnel”, de Andrés Soliz Rada, Publicaciones del Sur, Buenos Aires (publicasur@gmail.com), 2013.