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11
NOV
2015

Entre el terrorismo y el extravío

El avión ruso estrellado en Sinaí.
El avión ruso estrellado en Sinaí.
El delicado momento internacional está caracterizado por la imposibilidad de fijar una responsabilidad clara respecto de las violencias que ocurren. La “maldición china”.

Aunque la inminencia del balotaje se haya convertido en un tema casi excluyente de los análisis políticos en los últimos tiempos, conviene no perder de vista el escenario internacional, que no suele recibir una atención muy marcada de parte de nuestros medios. Hay un vínculo determinante, sin embargo, entre la marcha de los asuntos del mundo y los propios. Nunca la existencia del país ha podido desgajarse de los acontecimientos mundiales. Pensemos si no acerca de cómo se podría explicar la revolución de la independencia en Latinoamérica sin vincularla a los acontecimientos europeos que se precipitaron en alud después de la revolución francesa y en qué medida esos desarrollos no estuvieron influenciados por la instalación de la pax britannica y de la hegemonía inglesa en las relaciones globales a lo largo del siglo XIX. ¿Y hasta qué punto pueden disociarse los intentos de industrializar Argentina de las dos guerras mundiales y de la crisis del 29, que forzaron a sustituir importaciones, cosa que llevó a una gran afluencia de provincianos a Buenos Aires y al surgimiento de la nueva clase obrera que sustentaría al peronismo? La política internacional no nos es, pues, una dimensión extraña; está presente entre nosotros y hoy nos impacta con un proceso de crisis económica que se combina con los trances por los que pasa el mundo a consecuencia del intento por establecer una nueva hegemonía global.

En días recientes, la compleja madeja de tensiones geopolíticas, guerras eruptivas en pequeña escala, terrorismo y bandidaje económico que distingue al mundo actual ha producido sucesos que indican que las tensiones globales, lejos de aplacarse como se supone deberían hacerlo luego de, pongamos, los acuerdos entre Irán y Estados Unidos o entre Washington y La Habana, continúan con conflictos abiertos y de imposible pronóstico.

Atentado

El siniestro del avión ruso sobre el desierto de Sinaí, que arrojó 224 muertos al desplomarse el aparato desde 9.000 metros de altura, aún no ha sido calificado oficialmente como un acto terrorista, pero caben pocas dudas al respecto. De hecho, casi no las ha habido desde el principio: no es corriente que una cosa así ocurra si no se trata de una explosión interna o externa al avión. Los casos de fatiga estructural que pueden producir un accidente de ese género son contados; en cambio hay muchos casos de aviones destruidos en pleno vuelo por un artefacto introducido en el equipaje. El ISIS o Estado Islámico se ha atribuido la autoría del hecho; no es difícil creerle, pues con esa acción golpea dos blancos al mismo tiempo: por un lado efectúa una retaliación por los bombardeos aéreos rusos contra sus bases en Siria, y por otro golpea a un gobierno, el egipcio, que reprime con salvajismo a la Hermandad Musulmana y que tiene su mayor fuente de ingresos en el turismo. Un turismo que proviene de toda Europa pero especialmente de Europa oriental, y que no puede sino caer a pico después de este hecho. Gran Bretaña y, lo es más significativo, Rusia, han suspendido sus vuelos comerciales desde y hacia Sharm el Sheik, sobre el Mar Rojo, un lugar de privilegiado esparcimiento, y en cambio están repatriando a toda prisa a las decenas de miles de connacionales que han quedado varados allí. Se afirma que la labilidad de las medidas de seguridad en el aeropuerto de esa localidad favorecían las manipulaciones necesarias para deslizar una bomba entre el bagaje.

El ISIS es un producto salido de la caja de Pandora creada por la CIA, el Mossad, el MI 6 y Arabia saudita y Qatar; la cuestión está en saber si los beneficios que ha brindado como eslabón de una cadena en la cual actúa, bajo falsa bandera, para servir los objetivos de un empleador que aparenta mantenerse en la sombra, superan los daños que causa o puede llegar a causar a quienes lo patrocinan o han patrocinado.

Los bombardeos rusos en Siria contra las infraestructuras del ISIS, que habrían desencadenado la venganza de los terroristas, responde a móviles muy claros: Moscú quiere conservar a su único aliado en medio oriente, Bashar al Assad; coincide con Irán en que hay que impedir que ese estado estalle como consecuencia de sus presiones centrífugas, incentivadas por Arabia saudita, EE.UU e Israel, cosa que desestabilizaría por completo la zona; quiere frenar el activismo fundamentalista que la amenaza en su frontera del Cáucaso, donde hay grandes núcleos de población musulmana, y desea, por fin, proceder contra el ISIS de una manera eficiente, y no como lo han hecho hasta ahora los norteamericanos y los turcos. Estos menos que menos, pues están más interesados en reprimir a los kurdos que en actuar contra los terroristas del EI, a los que habilitaron, potenciaron y dieron visa de tránsito para circular sobre su territorio y desplomarse sobre Irak y Siria.

Madeja

El entramado de esta madeja es muy difícil de desentrañar para cualquier observador que no esté “en el ajo”, como se decía antiguamente; pero de la lectura de la prensa alternativa que circula por Internet –cuya información debe ser tomada con pinzas, pero que aporta a menudo indicios interesantes- parece resultar que el fantomático Estado Islámico es el emergente de una serie de decisiones que tuvieron a Washington como iniciador de la jugada y a Arabia saudita, Qatar y Turquía como sus diligentes ejecutores y principales interesados en las ganancias que podían sacar de ella. Según dice Valentin Vasilescu en Red Voltaire[i], luego de poner al Irán chií al borde de la bancarrota tras varias décadas de embargo, el presidente Obama estimó que podía poner en manos de la Arabia sunní la tarea de mantener el orden en el área. Al sentirse autorizados a proceder por cuenta propia las monarquías feudales, archiconservadoras, de saudíes y qataríes, y los turcos de Tayip Erdogan, que tiene su propio proyecto para volver a hacer de Turquía el núcleo geopolítico dominante del Medio Oriente, comenzaron a soñar en una refundación del imperio otomano. Para ello quisieron activar el proyecto del gasoducto Nabuco para abastecer a Europa. Este trazado, que desbancaría a la rusa Gazprom de su situación privilegiada como abastecedora de Europa occidental, debía atravesar el territorio sirio y Bachar al Assad, socio de Moscú, se opuso a la iniciativa. A partir de allí los tres socios, con el respaldo de Estados Unidos, interesado en dañar a Rusia y en remover el obstáculo sirio para preparar su embestida contra Irán, fabricaron la milicia del Estado Islámico, reclutando a miles de guerreros, dispuestos a inmolarse, entre los desclasados, fanáticos o desesperados jóvenes en busca de una causa que pululan por todo el Medio Oriente o malviven como inmigrantes en el seno de la sociedad occidental. Es una hipótesis plausible, en especial dado el entusiasmo puesto por Ryad en la tarea.

La política norteamericana no es unívoca, pero de ella depende la depende la factibilidad del plan. ¿Qué quiere Obama? El principio de arreglo con Irán abre una perspectiva nueva y debería desarticular el proyecto, pero dentro del establishment estadounidense las contradicciones abundan y nada puede darse por seguro. ¿Cómo conciliar el acuerdo con Irán con la renovada voluntad de eliminar a Assad, puesta de manifiesto por el envío de tropas que actuarán en el terreno para entrenar a las fuerzas de los insurrectos “moderados” (!) que combaten al gobierno?

A esto hay que sumarle la incesante caída de los precios del petróleo. Este descenso deviene en parte de la aparición de una mayor oferta derivada de la técnica del fracking y de las perspectivas que este método abre a futuro, y de la decisión de Arabia saudita de mantener su propio nivel de producción en vez de reducirlo para mantener los precios. Esto último puede deberse en parte al interés en desincentivar la inversión en el nuevo método –que es muy caro-, pero también y en mayor medida a una razón política: acompañar el boycott norteamericano a Rusia atacándola en el principal artículo de exportación que tiene esta, la energía.

Alianzas cruzadas por intrigas de poder y juegos de espías, desestabilización deliberada de áreas que incuban potenciales conflictos, armamentismo generalizado y terrorismo son los datos que siguen a tentación hegemónica como la sombra al cuerpo. Vivimos en una época interesante.

 

[i] V. Vasilescu: “Estados Unidos y Rusia han identificado intereses comunes en el Medio Oriente” en Red Voltaire. 

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