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04
AGO
2015

El ataque contra Aníbal Fernández

Disparen contra Anibal.
Disparen contra Anibal.
Las operaciones de prensa y el vacío de ideas de las campañas electorales son un ataque a la política. El pistolerismo de la mentira entra en este orden de cosas y ha vuelto a cebarse en un miembro expectante del gobierno nacional

La escualidez de la campaña previa a las PASO es superlativa. El FPV no sale mal parado, después de todo, pues su labor de gobierno es un argumento en sí mismo: se la evalúe como se la evalúe, está ahí y es un testimonio elocuente. La oposición en cambio no parece disponer de recursos ideológicos: en la última etapa de la campaña inclusive pasó a tomar como propios algunos eslóganes del gobierno. Este, sin embargo, mal que bien los ha corroborado con su acción práctica y con hechos concretos, mientras que en el arco opositor –en el provisto de cierta posibilidad de llegar al poder, al menos- sus personeros arrastran una historia que los coloca precisamente en las antípodas de las consignas que de pronto han adoptado. ¿Quién puede creer en la sinceridad de Macri cuando anuncia que no privatizará Aerolíneas Argentinas o YPF y mantendrá el carácter estatal de las jubilaciones?

Pero una cosa es la inexistencia de propuestas que los candidatos opositores evidencian en sus spots televisivos –armados en torno a generalidades que no significan nada- y otra son las operaciones mediáticas como la lanzada contra el jefe de gabinete y candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires, Aníbal Fernández. Esta es una canallada pura y simple, tan torpe que sólo puede encontrar explicación en la necesidad de hallar un misil publicitario que supla la falta de propuestas con el estampido atronador de una denuncia sin fundamento, fabricada a partir del testimonio de un asesino convicto y confeso y carente, por lo tanto, de la más mínima credibilidad. Todo está en aturdir al público, para que quienes se inclinan a votar al candidato Fernández se acerquen a las urnas en un estado de desconcierto que puede inducirlos a no votar, votar en blanco o votar al otro candidato en la interna del Frente para la Victoria. Si hubo o no complicidad de parte de este en la maniobra es un asunto que no podemos dilucidar, como tampoco podemos saber si Clarín no aprovechó la costosísima publicidad que Julián Domínguez entregó a ese periódico para lanzar en ese momento la bomba que venía preparando y estimular así la discordia en el enemigo.

Una vez más el operativo organizado por el grupo Clarín ha puesto en escena a sus operadores de siempre. Jorge Lanata y Elisa Carrió se destacan en el enjambre de periodistas o de personalidades políticas que cultivan la denuncia irresponsable como expediente de acción fundamentado en el escándalo. Ambos tienen características que los emparentan, más allá de la obesidad que los distingue. Los dos están poseídos por un egotismo insaciable, que demanda la atención pública en forma constante y de una soberbia que les hace despreciar a todos cuantos no se pliegan servilmente a sus dichos y no los reconocen en su presunta calidad de denunciantes implacables o profetisas. La Carrió es una sentina de obscenidades: su capacidad para mezclar mentiras con verdades, profetizar catástrofes y tirar porquería a diestra y siniestra es inagotable. Con su tono suficiente, sus guiños que pretenden establecer una conexión entre ella y “los que saben”, su arrogancia y la impavidez con que destila sus venenos resulta una figura sorprendente. Sorprendente, más allá de su brillantez profesional, no tanto por sus rasgos –que en cualquier particular resultarían insoportables- sino por el lugar que el sistema le concede y por la condescendencia con que este la arropa. Desde luego, Carrió es funcional al establishment y mientras sus desatinos sean útiles puede estar bastante segura de su impunidad. La última travesura cometida en el caso del embate contra el Dr. Fernández, sin embargo, la pone en evidencia de una manera particularmente desdorosa. La jefa del ARI y precandidata a presidenta de la república por Cambiemos en las PASO, brindó su casa para que uno de los denunciantes del jefe de gabinete –un ex policía al que se sospecha vinculado a la mafia de los medicamentos- formulara sus declaraciones. Curándose en salud, la diputada dio testimonio del hecho en un acta notarial refrendada por un escribano, pero la Dra. Carrió se cuidó bien de hacerla pública hasta que aparecieron unas fotos que, ¡oh sorpresa!,  demostraban ese “detalle”…

 En cuanto a Lanata, ¿qué se puede decir? Seguirá fiel al perfil de denunciador profesional y de cultor de sí mismo que adoptó desde los inicios de su carrera y que al principio sedujo a muchos.[i] “Audacia, siempre audacia” decía Dantón en pleno torbellino de la revolución francesa. Pero como estos no son esos tiempos sino más bien los del vaciamiento de la política y de la licuación de las ideologías, el exuberante Lanata solo puede ocupar el perfil de un bochinchero del escándalo. De aquí a octubre seguramente va encontrar o, mejor dicho, buscar, muchas ocasiones para ejercer sus cualidades.

Las elecciones del domingo suministrarán un indicio muy fuerte de lo que pasará en octubre. No creo que haya otra opción que apoyar la fórmula Scioli-Zannini. El espectro opositor es horrible: va desde el oportunismo más descarado a la hipocresía más detestable. El fondo de la cuestión es claro: se vota por una vuelta a los 90 o se lo hace por el mantenimiento de un proyecto que, con todas sus insuficiencias, posee al menos una orientación nacional, socialmente equitativa y soberanista. Estos aspectos, empero, deberán ser atendidos con un vigor que se ha echado en falta hasta ahora. Se trata de mantener, pero también de profundizar, esas tendencias, para arraigar al modelo sobre bases más firmes que las que lo han sostenido hasta ahora. El espectáculo que nos rodea en América latina no es tranquilizador. La situación en Brasil y Venezuela –los principales pilares, con Argentina, que protagonizaron la tentativa integradora de la última década- es de una fragilidad extrema. De modo que una gestión que evada la retórica pero que, de manera no ampulosa, se oriente hacia la progresividad fiscal y la regulación de la especulación financiera, fomentando la industrialización y el empleo apelando a fuentes de financiación alternativas si no se termina de acordar con quienes atan y desatan los cordeles de la bolsa en el centro mundial, será un expediente indispensable si queremos subsistir como entidad soberana. Esperamos que la fórmula presidencial del FPV reúna esas aptitudes.

 

 

[i] No a quien esto escribe, por cierto. 

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