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10
JUL
2014

Un presente injusto

Bombardeo de Gaza por la aviación israelí.
Bombardeo de Gaza por la aviación israelí.
Los acontecimientos en Europa oriental y el medio oriente son cada vez más dolorosos y expresan la injusticia de un ordenamiento internacional en el cual se ha perdido de vista a la referencia humana como medida de las cosas.

El momento internacional está significado por algunos hechos que vienen a refrendar el carácter políticamente reaccionario del actual curso histórico. Los acontecimientos en desarrollo en Irak, por ejemplo; y el aparente abandono del respaldo que el gobierno moscovita había prestado en un primer momento a los insurgentes prorrusos del este de Ucrania, son indicativos de que no existe una voluntad real de oponerse a los movimientos del sistema globalizador encabezado por Estados Unidos. De momento al menos.

A esto concurre una serie de factores. Uno, quizá el principal, es el hecho de que no existe un principio ideológico capaz de canalizar las posibles resistencias al discurso único neoliberal. Hay un generalizado rechazo a las consecuencias que produce el capitalismo salvaje y la financierización de la economía, pero que solo se expresa en resistencias dispersas, episódicas y anárquicas y, en el caso de muchos gobiernos de países que se encuentran en apuros, en reclamos morales que dan cuenta de una actitud positiva, pero que no terminan de encontrar los instrumentos necesarios para constituir sólidos frentes de resistencia regionales que sean capaces de cerrar el paso al activismo sistémico y a las intrigas de los servicios de inteligencia y de las corporaciones mediáticas que son su instrumento.

La emergencia del EIIL (Emirato Islámico de Irak y Levante), que en pocos días ocupó la mitad de Irak, es el resultante de la convergencia de fanáticos fundamentalistas manipulados por la CIA y por el régimen saudí, y está acompañado por los nacionalistas kurdos. La operación está en la línea de los planes del Pentágono de dividir a Irak en tres secciones definidas por su pertenencia confesional o étnica: suníes, shiitas y kurdos. El objetivo último es el mismo que en la invasión de 2003: hacerse con el petróleo de ese país en forma definitiva, toda vez que el gobierno de Bagdad, que expresa la voluntad electoral de la mayoría shiíta, se negó a la bursalitización foránea de sus reservas que pretendían la ExxonMobil y otras grandes petroleras anglosajonas mediante el método del booking. Esto es, el método contable que toma en cuenta las materias primas de un país y las hace ingresar al dominio catastral de los grandes bancos de inversiones de Wall Street, “liberándolas” de la tutela gubernamental para su negociación directa.[i]

En cuanto a la situación en el este y sudeste de Ucrania, la posición original del gobierno ruso, que había recibido de la Duma el derecho de intervenir si se producían ataques del gobierno de Kiev contra la población rusófona del Donets y de Lugansk, se ha atemperado mucho desde el momento en que Vladimir Putin decidió reincorporar a Crimea a la Federación Rusa. Por un lado Moscú retiró (aparentemente) los efectivos que había acumulado en la frontera y que hacían prever una posible intervención militar, y luego peticionó a la Duma para que derogue el permiso de injerencia que le había concedido. Mientras tanto la actividad del ejército ucraniano contra los reductos de la insurrección continúa y un difuso desánimo estaría adueñándose del público que respaldaba a los insurgentes contra el gobierno de Kiev.

Es evidente que los conceptos geoestratégicos más elementales revelan la existencia de una real amenaza a la seguridad rusa debido a la deriva de Ucrania hacia la Unión Europea y probablemente la OTAN. La panoplia electrónica occidental, avanzada hasta las fronteras rusas, supondría la invalidación, así fuera parcial, del arsenal misilístico ruso, y un desplazamiento de Ucrania occidental hacia la Unión Europea implicaría la virtual destitución de Rusia de su posibilidad de volver a erigirse en potencia global.

En el fondo de este renuncio ruso a ejercer de manera más agresiva su deseo de recuperarse del desastre que implicó la desintegración de la URSS está el carácter de clase que tomó el estado a partir de ese momento. El gobierno de Putin, bien que está informado por el deseo de recuperar aquel estatus y por una concepción más equilibrada de la arquitectura social en relación a la que existió en el período de Yeltsin y la irrupción de la burguesía mafiosa que lo acompañó, se basa en la interacción con la oligarquía. Los miembros de esta tienen cuantiosos intereses emplazados en occidente y están muy interesados en que el vínculo con este no se rompa. El deseo de ser aceptado por occidente como “socio” en el ordenamiento capitalista parece seguir siendo fuerte en la neoburguesía y en los sectores de clase media rusos que son permeables al discurso de la sociedad de consumo. Los últimos, sin embargo, harían bien en no confundir deseos con realidades y advertir que es un hecho que sistema mundial sólo admitirá a Rusia como socio menor y subordinado.

Creemos que Putin es muy consciente de esto, pero tiene que lidiar con esa clase de deseos y con una estructura empresarial que no hace de la geopolítica una brújula, sino que tiene a su interés inmediato como norte. La posibilidad de llenarse los bolsillos traficando en el mercado mundial cuenta para ella mucho más que el orgullo nacional, en especial cuando, como ahora, se siente escamada por las reivindicaciones clasistas de los insurrectos de Donetsk, que se animaron a proclamar una “república popular” y a vocear su deseo de volver a la “Unión Soviética”. De modo que, de momento, es posible que Putin prefiera fortificar su alianza estratégica con China y seguir modernizando el poderío militar de su país, con miras a estar en condiciones de enfrentar la evolución de los acontecimientos, más que arriesgarse a un choque más explícito con occidente. [ii]

El otro hecho que manifiesta el poder y la intemperancia de las corrientes reaccionarias que se mueven “a piacere” en el actual momento internacional son los acontecimientos que tienen lugar en Gaza, donde el gobierno israelí ha tomado el secuestro y asesinato de tres jóvenes colonos judíos y la escalada de represalias y contrarrepresalias que lo siguieron, como excusa para desencadenar una operación en gran escala y de duración indefinida contra Hamas, con el propósito, según expresa el mismo Benjamín Netanyahu, de neutralizar –es decir, de acabar- de una vez por todas con esa organización político militar. El viejo diferendo palestino-israelí sigue estancado y nada, entre quienes tienen la posibilidad de producir la distensión que es necesaria para iniciar con alguna posibilidad de éxito una negociación de paz, indica que las cosas vayan a cambiar. El gobierno de Tel Aviv es el que tiene la llave para que las cosas cambien, pero no da signo alguno de querer rever el tema de los asentamientos judíos en Cisjordania y eso implica a su vez la certidumbre entre los palestinos en el sentido de que sólo pueden esperar un destino de sometimiento y de gradual expulsión del terreno en el que precariamente subsisten.

El panorama global está trabajado por la tendencia a la globalización asimétrica que propugna el capital financierizado, así como por la inexistencia de una ideología alternativa que sirva de principio rector en las dirigencias de las potencias y los países que tienen la entidad suficiente como para pretender no ser subordinadas a ese esquema. La necesidad de contar con ese instrumento es sin embargo indispensable. Y lo será aún más cuando el resquebrajamiento del sistema de valores en que se funda el sistema-mundo ingrese una etapa todavía más crítica que la actual.

Es la hora, pues, de revivificar el pensamiento crítico que tuvo en el marxismo y en el talante democrático del populismo que bajó desde las fuentes de la Ilustración y la Revolución Francesa, a sus expresiones más cabales. De su traducción al presente y de la capacidad de aprovechar el caudal de experiencia –positiva y negativa- que han producido, dependerá la posibilidad de orientar y dar eficacia al descontento y la ira que provoca este presente injusto.

                      

Notas

[i] Alfredo Jalife-Rahme, "El Irak invadido rechazó el booking de sus reservas..." en Red Voltaire.

[ii] La agresividad de la OTAN le deja poco margen de maniobra a Moscú si quiere evitar una colisión diplomática en vasta escala con occidente. Las maniobras aeronavales de la alianza occidental en el Ártico, por ejemplo, que se produjeron en consonancia con la crisis ucraniana, y las que se llevaron a cabo simultáneamente con otros ejercicios del mismo tipo en el Mar Negro, no son precisamente una demostración de buena voluntad sino una afirmación del continuo apoyo que la OTAN demuestra a las políticas de acoso desarrolladas contra Rusia y de respaldo al golpe de estado dado en Ucrania en febrero de este año.

 

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