El mundo actual se parece a la “nave de los locos”, el buque de la novela de Katherine Ann Porter que transportaba pasajeros hacia la Alemania nazi durante los años treinta, poco antes de la guerra. Los acontecimientos en Ucrania son de una gravedad manifiesta, ya sea en sí mismos o como revelación de una tendencia al agravamiento de las tensiones internacionales. Pero el mundo sigue andando. Se distribuyen los Oscar en otra de las cada vez más desangeladas galas de Hollywood, y aquí la prensa local se refiere marginalmente a los acontecimientos en curso en Europa oriental citando con monotonía las fuentes provistas por los oligopolios mediáticos, que son la correa de transmisión de los puntos de vista de Washington. Sin embargo, si recapitulamos lo acontecido en estas semanas nos encontramos ante una escalada de la tensión internacional sin paralelo en muchos años. Y también, de parte de occidente, con un discurso distorsionador de los hechos, que vela una intención agresiva hacia Rusia y que da la pauta de que occidente está cada vez más en manos de una panda de irresponsables o ignorantes.
En nuestra nota anterior (“Jugando con fuego en el polvorín de Europa”) nos extendimos lo suficiente sobre el significado de Ucrania para Rusia, sobre la clara noción que de esto tienen los geoestrategas de Washington y sobre la mortal amenaza que el accionar de EE.UU. en Ucrania plantea para la potencia moscovita. Desde entonces los acontecimientos se han agravado. Los rusos han asegurado militarmente la península de Crimea, un territorio poblado mayoritariamente por gente de habla rusa y donde reside su principal base naval sobre el Mar Negro. Asimismo movilizaron sus tropas en el oeste de Rusia para realizar maniobras en gran escala, a modo de señal hacia occidente. Y en la zona oriental de Ucrania, donde los lazos con Rusia han sido y siguen siendo muy fuertes, se producen manifestaciones que repudian el cambio de autoridades en Kiev.
Rusia está reaccionando al golpe de estado en la capital ucraniana. El golpe fue fruto del desconocimiento del acuerdo –para llamar a elecciones y reformar la constitución- firmado por el luego depuesto presidente Yanukovich y por representantes de la oposición. A pesar de que el golpe fue encabezado por fuerzas de la ultraderecha con marcadas tendencias neonazis, los mass-media occidentales lo calificaron de libre manifestación de la voluntad del pueblo ucraniano,
Esos mismos medios no toman deliberadamente en cuenta las peculiaridades y complejidades de la situación, que marcan una radical diferencia entre el este y el oeste del país. Y ante la reacción rusa en el sentido de controlar Crimea y llevar a cabo acciones preventivas en la parte de Ucrania que es predominantemente rusófona y que adhiere a Moscú, esa prensa ha puesto el grito en el cielo, ha tachado a Vladimir Putin de autócrata y se ha puesto a especular sobre el ADN del pueblo ruso, que requeriría del autoritarismo para sentirse cómodo, pues se encontraría inficionado por una suerte de manía persecutoria, que lo lleva a reaccionar en forma desmedida cuando ¡justamente la libertad lo amenaza!
Ahora bien, se sabe que las expresiones publicadas en la prensa no representan solo los puntos de vista, que se presumen independientes, de sus analistas más conocidos, sino que estos se imbrican también en la madeja de los lobbies de la comunicación y el poder político. Pero esas manifestaciones periodísticas no representan, con todo, una expresión oficial. Por lo tanto en ellas cabe la imprudencia. Pero cuando el secretario de estado norteamericano, John Kerry, visita a Kiev en plena crisis, como lo ha hecho este martes, y levanta la voz para denostar la política de Rusia, amenazarla con expulsarla del G8 e imponerle sanciones económicas, estamos rozando la locura.
Comparado con la significación que Ucrania tiene para Rusia, pertenecer o no al G8 no es un dato de peso. Y cualquier tipo de sanciones económicas que se impongan a ese país tendría desde luego una contrapartida de parte de los rusos. Si los activos norteamericanos en Rusia no son demasiado importantes, los vínculos económicos de Europa con ella sí lo son. Basta pensar en que la capacidad energética europea depende en alta medida de la provisión de gas ruso. Vladimir Putin especificó con claridad ayer que en la situación económica actual “todos son jugadores” y que las amenazas de occidente pueden volverse en su contra. “Quienes quieren introducir esas sanciones deben pensar en sus consecuencias”, señaló.
Pero el presidente ruso fue más allá en sus manifestaciones. Después de decir que su gobierno no cree que sea necesario usar la fuerza militar en Ucrania y que la cuestión puede reglarse pacíficamente, advirtió que Rusia no desoirá las reclamaciones de los habitantes del este de Ucrania y que si estos “piden oficialmente nuestra protección será legítimo recurrir a todos los medios a nuestro alcance”. Luego se refirió a Estados Unidos. “Nuestros socios –dijo- siempre tienen en claro sus intereses geopolíticos y los persiguen de una manera muy agresiva… y arrastran hacia ellos al resto del mundo. Y a los que no se someten se los castiga y finalmente se quedan (los EE.UU.) con lo que pretendían de ellos. A veces tengo la sensación de que en Estados Unidos hay gente haciendo experimentos como si estuvieran en un laboratorio con ratas, sin pensar en qué consecuencias puede tener esto”.(1)
La política norteamericana de acorralamiento a Rusia es aun más grave que la aplicada durante la guerra fría, pues ahora a Rusia no le queda espacio para retroceder. Debe reaccionar o resignarse a un destino mediocre. No parece que Putin ni los cuadros dirigentes del estado vayan a plegarse a esta segunda actitud.
¿Qué se busca?
Ahora bien, ¿qué buscan el Departamento de Estado y la CIA al fogonear la desestabilización en Ucrania? ¿Una guerra? Uno tiende a pensar que este tema encuentra fuera de cuestión, por los gravísimos resultados que podría tener a escala global. Con todo, la estrategia de la tensión practicada por USA y la UE es tan manifiesta y recurrente en muchos puntos del globo que permite suponer que los “neocons” que han diseñado la política exterior norteamericana en las últimas décadas, no cejan un ápice en su propósito de fundar una globalización asimétrica acorde a sus intereses. Quien se oponga a ese proyecto debe ser barrido o reducido a las proporciones de un dócil asociado.
Rusia plantea un problema espinoso por su tradición histórica, entidad social y poderío económico y militar. Pero los geoestrategas estadounidenses parecen pensar que se encuentra lo suficientemente vulnerada y dividida dentro de sí misma para ser víctima de una escalada que reduzca su capacidad de obstrucción en el camino que lleva a la hegemonía norteamericana. Este sueño de omnipotencia suena disparatado en un mundo cada vez más multipolar, pero hay que rendirse a la evidencia; Washington piensa que todavía es posible y que su “destino manifiesto” habrá de cumplirse. Lo que se está buscando en Rusia es dividirla a través de la amenaza o la concreción de sanciones económicas que tengan por objetivo a sus élites políticas. Rusia tiene, en sus áreas de poder, a varios lobbys de “occidentalistas” que han manejado la política exterior en la era postsoviética, y a numerosos oligarcas que tienen sus dineros mal habidos en inversiones volcadas a occidente y a la especulación en este mercado. Al amenazar a Rusia con sanciones económicas y el congelamiento de las inversiones de sus ciudadanos en occidente, Kerry debe estar pensando que el poder en Rusia está repartido en sectores y facciones, muchos de los cuales serán sensibles a la amenaza a sus bolsillos y que a través de ellos se podrá desgastar la situación de Putin.(2)
No es un asunto que se pueda dilucidar desde aquí. Lo que cuenta, sin embargo, es que sea cual fuere el curso que siga la actual situación, los hombres –y las mujeres(3) - que pilotean en estos momentos las políticas de occidente están corriendo unos riesgos inmensos en base a cálculos que mucho induce a suponer que son errados.
Notas
1) Según la cita aparecida en “actualidad.rt.com”, una publicación electrónica rusa que, como RIA Novosti, funge de vocero oficioso del Kremlin.
2) M. Bhadrakumar, “Ukranian blood in Kerry’s hands”, Asia Times, 3.03.14.
3) Como Victoria Nuland, actual encargada de la Secretaría de Estado para Asuntos Europeos y Euroasiáticos. Una conversación telefónica suya con el embajador norteamericano en Ucrania, difundida por You Tube, la mostró aleccionando al embajador acerca del rol de los opositores al gobierno de Yanukovich y calificando de manera grosera a los países de la Unión Europea, sus aliados: “Fuck the European Union, I prefer the United Nations as mediators in Ukraine”… Nuland es la esposa de Robert Kagan, un neoconservador e historiador que se encuentra entre los “halcones” más en vista de la política exterior norteamericana. (Bhadrakumar, Ibíd.)