Es tal la avalancha de información tergiversada e interesada que se desprende de los medios en estos tiempos, que cabe creer que la distopía orwelliana del Gran Hermano y del neo o no-lenguaje ya está aquí. En ese contexto, las palabras significan exactamente lo contrario de lo que dicen. Por ejemplo, ¿hay hoy en día algo más común que llamar democracia al imperio del poder oligárquico, que se expresa por un cuerpo de leyes concebido para servir a los intereses de una ínfima minoría?
Esto es muy visible entre nosotros; pero por hoy abstengámonos de indagar en el chorro de mentiras, tonterías y mezquindades que se desprenden de los medios que responden al diktat del monopolio informativo y las corporaciones empresarias del país, para referirnos a la calidad y orientación de la información masiva a nivel mundial. Es espeluznante y su capacidad de hacer daño es muchísimo mayor a las zancadillas y miserabilidades en que se especializa el grupo Clarín.
El público en general está atrapado por las noticias –sin duda graves- de la crisis económica europea, crisis que se retroalimenta pues los gobiernos, en vez de buscar salidas genuinas a esta, consagran todo su accionar a reforzar los datos que la originaron. Enormes sumas se están dispensando en ayudas dirigidas no a potenciar las posibilidades de empleo y, en consecuencia, de activación económica, sino a socorrer a los bancos para que no quiebren. Es decir, a los primeros responsables de la burbuja especulativa cuya ruptura provocó el derrumbe de los activos inflados…
Pero como las corporaciones y los grupos concentrados de poder no atienden sino a sus propias razones, el crujiente tinglado de la economía mundial los impulsa, a través de sus personeros ejecutivos en forma de gobiernos y alianzas militares, a profundizar y complicar cada vez más las coordenadas geopolíticas en torno a las cuales se organizan las relaciones internacionales. En estos momentos se está tocando un nivel de conflictividad en el medio oriente ante cuyas posibles repercusiones empalidecen las crisis anteriores. Que no es decir poco.
Después de 16 meses de intentos desestabilizadores contra el gobierno sirio y de una serie de fracasos para montar contra él una operación al estilo de la que acabó con el régimen de Muammar al Gaddafi en Libia, algunas fuentes denuncian la inminencia de un golpe mediático contra el gobierno de Bashar al Assad, que pondría en escena toda la parafernalia cibernética que es capaz de obturar la información de la realidad, reemplazarla por otra e inventar noticias que paralicen o desconcierten a la opinión mundial mientras se pone en práctica una ofensiva concreta y subterránea dirigida a exterminar a un blanco que ya habrá sido cancelado para la mirada pública.
Las primicias de este tipo de procederes han sido brindadas a lo largo de la historia, pero de una manera aproximativa y en muchos casos elemental, pues los medios de los que se disponía no alcanzaban para transformar la ficción en apariencias ostensibles. Teníamos casos como la supresión de la imagen de Trotski cuando aparecía junto a Lenin, operada por la censura estalinista sobre fotografías que mostraban a los dos líderes de la revolución rusa codo a codo en manifestaciones de masa. Y hubo episodios informados en forma equívoca o distorsionados en sus componentes, como la voladura del Maine, el bombardeo a Pearl Harbor o el ataque a las Torres Gemelas; pero en estos casos se trató de episodios verídicos, verificados físicamente en escenarios concretos. Pero lo que empezó a alumbrar el año pasado en Libia es algo muy distinto. En esa oportunidad el ataque no se limitó a la difusión de información tergiversada o de imágenes tomadas fuera de contexto, sino de un montaje que fraguaba escenas de insurrección popular que se suponía ocurrían en Libia y que en cambio eran puestas en escena por figurantes en escenarios reconstruidos en alguno de los emiratos petroleros del golfo Pérsico. Hasta el punto de que la aparición virtual de insurrectos en lugares céntricos de Trípoli, cuando estos en realidad no estaban allí, contribuyó a desanimar la resistencia y aceleró la caída de Gaddafi.
La guerra como ficción verdadera
Lo que se estaría preparando contra Siria y podría desencadenarse en cualquier momento es una operación de este tipo,(1) pero montada a una escala muy superior y mucho más refinada en sus detalles. El bombardeo informativo contra el régimen de Bashar al Assad que comenzara hace un año y medio ha preparado el campo. Ha trabajado con suposiciones, preconceptos y mentiras apuntados a debilitar a ese gobierno excluyéndolo del ámbito de las costumbres civilizadas. La represión de las guerrillas que aparecieran en ese país fue agrandada e informada con la más maligna de las intenciones, sin explicar sin embargo la naturaleza subitánea de ese estallido guerrillero(2) ni la parte que en él tomaron las potencias occidentales y el papel decisivo que jugó Turquía. La brutalidad de la guerra fue atribuida a una sola de las partes y se ignoró el carácter pluriconfesional y laico del estado sirio –que lo coloca entre los más tolerantes del medio oriente-, para insistir en un mensaje que enfatiza su ferocidad y le endilga la práctica totalidad de la culpa en las matanzas como la de Hula, donde un centenar de civiles, incluida una treintena de niños, fueron baleados o degollados.
La operación de guerra electrónica ya está en marcha. Su primer paso ha sido la supresión de los medios sirios solicitada por la Liga Árabe, como consecuencia de la cual los operadores satelitales Arabsat y Nilesat deben cesar la retransmisión de las emisiones de los canales sirios. Pero según las informaciones recogidas en medios alternativos, ese paso no es sino la punta del iceberg: hay otras dos operaciones paralelas y secretas que apuntan a una maniobra de pinzas que multiplicará todo lo conocido hasta ahora en materia de desinformación. Una de ellas estaría referida al entrelazamiento de decenas de cadenas internacionales, tanto árabes como occidentales, para multiplicar la guerra de zapa que hemos conocido. Su esquema ya ha sido bien probado, pero ahora se lo potenciará al extremo: se deberá proveer un alud de informaciones falsas, urgentes y sensacionales que absorban la atención del público y lo saturen, persuadiéndolo de su validez por el hecho de que cada cadena reelabora y reproduce lo manifestado por las otras, lo que confiere a lo que se cuenta una especie de validación recíproca que transmite una sensación de veracidad capaz de neutralizar la capacidad crítica de aquellos a quienes se dirige el mensaje informativo.
La otra variante, complementaria de la primera, sería más refinada y estaría coordinada por los más altos escalones de decisión en Washington. Ben Rhodes, consejero adjunto de la Seguridad Nacional, coordinaría a un grupo de ingenieros electrónicos y realizadores televisivos para preparar una mezcla de imágenes filmadas en estudio y otras a cielo abierto, reconstruyendo espacios de la capital siria según procedimientos de síntesis electrónica cuyas primicias hemos tenido ya en el cine y la televisión, pero que podrían alcanzar extremos de máxima sofisticación manipulados por expertos en ingeniería electrónica, desinformación y guerra psicológica.(3)
Todo sea por los enormes yacimientos de gas que se han detectado en la cuenca mediterránea que abraza a Siria, el Líbano e Israel.
Este es un rumbo peligroso, pues Siria no sólo es la antesala de Irán y este se sentirá mortalmente amenazado si el gobierno de Al Assad es derribado, sino que tiene lazos estratégicos muy fuertes con Rusia y esta no es ya la Rusia de Boris Yeltsin sino la de Vladimir Putin, que se ha consagrado a una trabajosa pero aparentemente efectiva reconstrucción del poderío militar de su nación. Siria podría ser la línea roja que Moscú no consienta se traspase. Rusia ya está por demás sofocada por el desplazamiento de las fronteras de la OTAN hasta más allá de los límites que sus gobiernos, tanto zaristas como comunistas, consideraban su cinturón de seguridad, y un cambio drástico del equilibrio de poder en la región como consecuencia de la ofensiva contra Siria, más la amenaza que pende de un despliegue de una barrera de misiles “antimisiles” en Polonia –que está dirigida a anular la capacidad de respuesta rusa en el caso de un conflicto mayor- podría ser la gota que derrame el vaso de agua. Todos estos factores configuran un escenario que esconde un potencial casus belli.
El Pentágono, a estar por las declaraciones que altos jefes militares han filtrado a la prensa, no las tiene todas consigo respecto a este curso de acción. Todo indica que preferiría ocuparse del escenario Asia-Pacífico, trabando alianzas que blindasen la región a una futura expansión china, antes que enredarse en la bolsa de gatos del medio oriente. Sería este un procedimiento que, habida cuenta de la prudencia china, podría redituar bastante a largo plazo, reubicando la disputa por la hegemonía mundial en un plano donde se insinuaría una cierta aceptación de la realidad; es decir, la de un tránsito suave de un mundo unipolar a otro multipolar.
Los “halcones”, sin embargo, hoy parecen haber cambiado de signo. Ya no serían tanto los burócratas galoneados los que se dedican a planificar la guerra, como los geoestrategas civiles que viven en estrecha conexión con el mundo de las finanzas y los grupos de presión global, para los cuales el control de los recursos energéticos no renovables y la contención –por no decir la sofocación- de los posibles rivales a la hegemonía mundial, se han convertido en prioridades absolutas.
Notas
1) Ver Red Voltaire: La OTAN prepara la mayor operación de intoxicación de la Historia.
2) Desde luego, la “primavera árabe” fue invocada como origen de ese levantamiento, como también se le atribuyó al movimiento contra Gaddafi. Pero lo que fuera al principio una insurrección del pueblo egipcio contra el corrompido régimen de Hosni Mubarak y su sumisión a Washington, ha sido aprovechado para engranar una vasta ofensiva contra los gobiernos reacios a plegarse a este mismo dictado. Y las reivindicaciones democráticas que se enarbolaban originalmente han sido reemplazadas por el fundamentalismo wahabita, fogoneado por la dinastía saudita, que de democrática no tiene nada, y por los potentados de los emiratos petroleros, que viven en simbiótica relación con Estados Unidos. Como ocurriera en Libia, los polivalentes terroristas de Al Qaeda y otros sellos islámicos de ignota pertenencia, pertrechados y entrenados por las fuerzas especiales de la OTAN, han hecho irrupción en Siria disfrazados de “combatientes de la libertad”.
3) Red Voltaire, (Ibíd.).