¿Qué está pasando en Libia? Gaddafi se derrumba, su suerte parece estar sellada, los rebeldes han ingresado a Trípoli. Pero hasta hace poco tiempo la situación militar parecía estar estabilizada y las fuerzas que ganaban terreno eran las del gobierno. ¿Qué ha provocado este brusco revire de la situación?
Los mass-media occidentales nos sirven imágenes que ponen en evidencia la presencia de los insurgentes en la capital, pero no explican cómo se verificó el abrupto cambio de escenario. Según los reportes de la Red Voltaire y de Global Research hay una explicación bien clara a este fenómeno. Nos encontramos simplemente con un acto de guerra en gran escala protagonizado por la Otan. El sábado pasado a las 8 de la mañana la alianza desencadenó la operación “Amanecer de la Sirena”. Desde los minaretes de Trípoli se lanzó la consigna del levantamiento y los grupos “dormidos” infiltrados por el Consejo Nacional de Transición, (CNT), en la capital comenzaron a atacar puntos fuertes del gobierno, mientras aviones y drones franceses e ingleses bombardeaban los enclaves gubernamentales. Al día siguiente, desde un navío de la organización atlántica se desembarcaron armamento pesado y tropas jihadistas comandadas por oficiales europeos, intensificándose los combates. Helicópteros de la Otan ametrallaron las calles para abrir el paso a los insurgentes y las fuerzas atacantes abrieron el fuego contra un convoy que trasladaba a altos oficiales del gobierno. Hay miles de muertos y heridos. Los jihadistas, que han recuperado su estatus de “Freedom Fighters” que se ganaran en la época de la lucha contra los soviéticos en Afganistán, se aprestan ahora a lanzar el ataque definitivo contra el bunker de Ghaddafi, sin que nadie sepa a ciencia cierta si este se encuentra aun ahí, aunque todo parece indicar que es así.
Estamos frente a una intervención colonial lisa y llana, protagonizada en primer plano por Francia e Inglaterra, y respaldada por Estados Unidos. Hemos vuelto a los tiempos de las empresas imperialistas, que han mutado el lema de “la acción civilizadora” con que rotulaban sus expediciones dirigidas a esclavizar a las poblaciones consideradas como racialmente inferiores, por el de “la guerra humanitaria”, dirigida a “proteger” a los pueblos de los “tiranos” que los gobiernan. Este tipo de procedimiento arrancó con la guerra de los Balcanes, que culminó en la partición de Yugoslavia.
La desaparición de la Unión Soviética y la inexistencia de un poder bipolar ha soltado la mano a las potencias para poner en práctica las viejas técnicas colonialistas. Cuando en 1956 Francia y Gran Bretaña intentaron una empresa colonial del viejo género contra Egipto, en ocasión de la nacionalización del Canal de Suez por Gamal Abdel Nasser, París y Londres debieron retroceder como resultado de la amenaza de una represalia soviética y por orden del presidente Dwight Eisenhower, que no deseaba brindar una ocasión a la URSS de asentarse con más firmeza en el Medio Oriente, amén de que Estados Unidos tenía sus propias miras en esos lugares y no entendía permitir a sus socios que reconstituyesen su antiguo rol.
Ahora esa ecuación se ha eclipsado y los miembros europeos de la alianza atlántica, olvidada de su antigua misión defensiva frente al poderío militar del bloque del Este, se han puesto al servicio del proyecto hegemónico norteamericano, que también beneficia a sus socios menores. En Irak y Afganistán han jugado roles muy secundarios, pero en Libia su papel ha crecido, pues ese país está a tiro de piedra de sus costas y provee un abastecimiento petrolífero de primera calidad a sus industrias. Francia, por otra parte, ambiciona usar la Jamairiya , con posterioridad a su desmembramiento con arreglo a las diferencias étnicas que la recorren,como su cabeza de puente hacia el África subsahariana, donde posee múltiples intereses.