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15
AGO
2011

El huracán Cristina

Las primarias han vuelto a poner las expectativas en su lugar. Falta corroborar este resultado en las elecciones presidenciales y, asimismo, fraguar un proyecto de desarrollo que ponga las cosas en rumbo a una liberación irreversible.

Tal como señalamos al final de la nota anterior, las elecciones primarias dieron una óptima oportunidad para poner las cosas en su sitio, después de las derrotas del oficialismo en Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. No faltaban los augures mediáticos que pronosticaban el fin del ciclo kirchnerista a partir de aquellos resultados. Y bien, la realidad ha revelado ser exactamente lo contrario a lo imaginado en ese tipo de elucubraciones. La presidente Cristina Fernández ganó por una mayoría contundente la encuesta pública y transparente que supusieron las primarias. En Córdoba, el cotejo entre la lista de diputados kirchneristas y delasotistas se resolvió en la derrota aplastante de estos últimos, poniendo de relieve la infatuación suicida del gobernador electo, quien, envalentonado, se rehusó a negociar con el Frente para la Victoria, dio libertad a sus partidarios para votar a cualquiera de los candidatos peronistas y plantó su lista de candidatos al Congreso frente a la lista del FpV, dándole así al gobierno nacional una inmejorable ocasión para reducirlo a sus reales dimensiones.(1)

Tildadas de superfluas por miembros de la oposición e incluso por algunos exponentes de un justicialismo donde se han dividido las aguas, las elecciones primarias se han revelado como un instrumento útil para desestimar las intrigas de pasillo y aventar a los burócratas. Amén de tornar más manejable la oferta electoral. A partir de aquí el panorama político argentino de cara a las elecciones de octubre, pero también el campo de maniobra que existirá con posterioridad a ellas, se han aclarado mucho. La presidente Cristina Fernández será con toda posibilidad reelecta en la primera vuelta y todo indica que podría contar con un interesante margen en el parlamento para profundizar el modelo al que dice aspirar.

El nudo de la cuestión

Ahora bien, este tema es el núcleo duro que ofrece el futuro y de cuya conquista y superación depende la suerte del país. Hay pasos decisivos que dar, a los que nos hemos referido en muchas ocasiones y sobre los cuales no vamos a volver aquí. Pero a esos pasos hay que darlos, porque la reacción acecha, el humor popular es variable y las coordenadas económicas que en la actualidad nos son propicias podrían no serlo tanto en el futuro.

Acumular fuerza política y avanzar paso a paso ha sido la táctica hasta ahora aplicada por el kirchnerismo. Pero uno no sabe bien si esto es producto de un cálculo preestablecido o el resultante de una comprensión del país que no pretende ir mucho más allá de lo ya logrado. Un plan de desarrollo estructurado y puesto en práctica desde y por el Estado es indispensable para perforar la muralla de atraso o de evolución a medias que durante tanto tiempo nos ha frenado. Una vez puesto el país sobre el andarivel de un desarrollo planificado podrán producirse retrasos o tropiezos, pero por la propia inercia de las fuerzas sociales creadas a su conjuro no podrá existir marcha atrás.

Mientras eso no suceda estaremos expuestos a los envites de la reacción. 1955 y 1976 fueron ejemplos claros de ello. Hoy, por la conjunción de una serie de hechos históricos, el coriáceo conjunto de intereses que han lucrado con la situación del país dependiente ha perdido parte de su asidero. La opción de un golpe militar se ha diluido, la experiencia del desastre neoliberal está demasiado próxima para que la gente se arriesgue a repetirla y la posibilidad de un bloque regional integrado con parte de Suramérica está tomando cuerpo e incluso se está abriendo hacia perspectivas hemisféricas, si atendemos a México, Centroamérica y el Caribe.


Hoy por hoy, sin embargo, el andamiaje de la Argentina sigue siendo frágil. De otra manera no se explicarían fenómenos como el llamado “conflicto del campo” y las súbitas ínfulas de chauvinismo localista que sacuden a políticos como Macri y De la Sota. Este último ha acuñado el término “cordobesismo” y ha anunciado que a partir de ahora no se define como “peronista cordobés”, sino como “cordobés peronista”… Conviene hacerle saber que sin duda los cordobeses somos cordobeses, pero que ante todo somos argentinos… El pacto nacional está antes del pacto social con la pampa gringa, bastión electoral del próximo gobernador.

El tsunami neoliberal que arrasó la década de los ’90 dejó tras de sí un país destruido, que el kirchnerismo ha tratado trabajosamente de recomponer. Pero hasta aquí no ha tocado temas tan centrales como el control del comercio exterior y la reforma fiscal, y ha dejado en pie la reforma constitucional introducida en 1994 durante el gobierno de Carlos Menem. Esta reforma usufructúa la resonancia popular que tiene el vocablo federalismo para practicar una política que va exactamente en contra de lo que el federalismo histórico representara. Esta prestidigitación intelectual no es casual, no viene de la nada: responde a los intereses del imperialismo, que aquí como en todas las partes del mundo sometidas a su égida, ha tenido y tiene como principio conductor el desmembramiento de las naciones-estado en sus partes componentes. América latina fue balcanizada pocos años después de su revolución de la Independencia. Hoy en día vemos como el mismo procedimiento se sigue poniendo en práctica. Así se procedió a fragmentar estados como la ex Yugoeslavia, la ex URSS, Irak o ahora Libia, al igual que antes se lo había hecho –o intentado hacer- con Corea y Vietnam, y como se ensaya llevar a cabo en cuanto rincón del mundo aparezca un particularismo susceptible de ser manipulado y provisto de una bandera.

La posibilidad de provincializar los recursos del suelo y los amplios márgenes de autonomía que abrió la reforma del ’94 han comprometido en Argentina logros que se creían consolidados desde 1880. La campaña a veces sorda, a veces explícita, que se lleva adelante contra la memoria del general Julio Argentino Roca es parte de esta ecuación destructiva. El conquistador del desierto es infamado por haber derrotado a la indiada y consolidado frente a Chile una frontera que era lábil y difusa. Este proceso de crecimiento orgánico del país es descrito como un genocidio por el puritanismo de la izquierda afectiva, que no comprende las leyes de de hierro de la historia. Pero este acceso de moralina no se para a reflexionar sobre la naturaleza del servicio que Roca prestó al país no sólo al hacer viable para la vida social a casi la mitad del territorio nacional, sino al federalizar Buenos Aires y acotar así el poder del núcleo social que había usufructuado las rentas de la ciudad puerto para desguazar al interior y arrasar al Paraguay, de consuno con el Imperio del Brasil, instrumento también de los intereses británicos afincados en el Cono Sur.

A partir de la reforma de 1994 se han provincializado puertos y escuelas, se han concedido facultades para que las provincias exploten en su propio provecho los recursos estratégicos y minerales y se ha profundizado en consecuencia la desigualdad entre provincias ricas y pobres, mientras que al Estado central se le deslizan de entre las manos unas regalías que deberían ir a paliar esas desigualdades y a favorecer un desarrollo más integral entre las provincias, en vez de ir a engrosar las arcas de las provincias beneficiarias, los bolsillos de unos particulares o ser derivados a las sedes norteñas de las empresas transnacionales que giran sus ganancias al exterior.

Como puntualiza Héctor Menéndez en un importante artículo aparecido en la lista de Reconquista Popular del viernes 12 de agosto, se debe “iniciar una campaña por la reforma constitucional… y también debe establecerse constitucionalmente un nuevo mecanismo de coparticipación federal de impuestos, hoy trabado por la cláusula del 94 que requiere unanimidad de las provincias para reformularla. Una reforma impositiva y una mejor distribución de los recursos a las provincias no deben oponerse al mantenimiento irrestricto del comercio internacional y de los impuestos a las exportaciones (retenciones), en manos del gobierno nacional”.

La habilidad manipuladora del discurso sistémico ha llevado incluso a una distorsión del término federalismo. Aprovechando el extravío a que se ha inducido a la opinión a través del desguace de la educación y del lavado de cerebro practicado por los monopolios de la comunicación, el sentido original de la palabra se ha desdibujado. Durante las guerras civiles argentinas, “federal” era la manera de expresar no una volición autonomista de las provincias interiores, sino la necesidad que tenían estas de nacionalizar el puerto de Buenos Aires, convirtiéndolo en la sede un poder que atendiese a los intereses del conjunto de la nación, en vez de volcar esas rentas en las arcas de la burguesía comercial porteña, que las aprovechaba para imponer a punta de bayoneta un librecambio que arrasaba cualquier posibilidad de desarrollo independiente para el conjunto del país.

La regresión operada desde 1976 permitió al menemismo hacer retroceder la historia a niveles inconcebibles hasta hacía pocos años atrás. Así llegamos al extremo de someter los litigios generados con las empresas transnacionales a la jurisdicción de cortes que no nos pertenecen, y a la creación de un engendro como la CABA, que resulta una contradicción en los términos dado que es, a la vez, “federal” (es decir, nacional) y autónoma.

La abdicación de soberanía y el resurgimiento de unas tendencias centrífugas que habían sido superadas, son la herencia con la que ha tenido que lidiar el kirchnerismo. Hasta aquí no lo ha hecho mal, pero no hay que ilusionarse: los reductos del atraso siguen fuertes. Convendría sin embargo tomar aquí el concepto de “fin de ciclo”, que el inefable Mariano Grondona ha utilizado reiteradas veces para impetrar la finalización de la era “K”. ¿Y si fuera a la inversa? ¿Si el fin de ciclo estuviera referido al agotamiento del viejo país frente a la irrupción de una nueva época histórica, contraseñada por el ingreso a la palestra de una masa de votantes jóvenes que buscan una respuesta esperanzadora y afirmativa para el futuro, en vez de la recaída en la inacabable retahíla de reiteraciones renunciatarias que dejan a Argentina a medio camino entre un territorio donde no desaparecen la desigualdad social y el servilismo cultural, contrapuesta al país cumplido que podemos ser?

En su programa televisivo del domingo el vocero más coherente que tiene el sistema oligárquico aparecía, por una vez, incómodamente instalado en la duda. Por un lado seguía aferrado a su teoría del fin de ciclo para el kirchnerismo, sólo que prorrogando el plazo al 2015 y preguntándose, con una afectación de inquietud, si ese cambio, que hoy sería ordenado y apacible, no habrá de producirse en medio del caos social. Pero, por otro, empezaba a preguntarse si el pueblo no tenía sus propias razones y su propia y oculta dinámica, y si no estaríamos entrando a un trastrocamiento histórico de carácter irreversible…

Debemos luchar para que esta segunda hipótesis se cumpla.

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1) El PJ de la provincia intenta disimular este desastre arguyendo que el total de votos recolectado por De la Sota en las elecciones a gobernador supera al total emitido a favor de Cristina Kirchner en las primarias; pero se trata de una excusa de debilísima emvergadura: el vaciamiento del caudal electoral del futuro gobernador indica en todo caso que gran parte de los votos que recibió en las elecciones provinciales provino de filas que se tragaron el embuste en el sentido de que, votándolo, el mandatario electo retiraría su propia lista de las primarias.

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