La semana se presenta agitada. Pánico en las Bolsas tras la mala calificación de la deuda norteamericana por Standard & Poor’s; inestabilidad financiera en la viga maestra de la Unión Europea, Alemania; aumenta el desempleo tanto en la UE como en Estados Unidos; disturbios estudiantiles en Chile, que vienen de arrastre y que movilizan a decenas de miles de personas; violencia, muertes, incendios y saqueos en Londres y otros puntos de Inglaterra, retorno de los indignados a la Puerta del Sol en España; recrudecen los bombardeos de la Otan en Libia, la guerra en Afganistán se estanca… Todos estos hechos forman un entramado que tiene como denominador común a la crisis sistémica. Esto es, a la crisis de un modelo capitalista, si no del capitalismo mismo.
El modelo de valorización financiera, piedra basal del neoliberalismo, hace agua por los cuatro costados. Sin embargo, en la cabeza de los líderes mundiales no parece caber otra idea que la de persistir en el curso asumido y profundizarlo, si es posible. En vez de ejecutar políticas activas que fomenten el empleo y el crédito, ayudan a los responsables del desastre, los bancos, efectuando desembolsos gigantescos de las reservas para evitar su quiebra, e imponen programas de ajuste que desde el 2008 ya han producido una hecatombe social en medio mundo. El paro en España es del 24 por ciento, en Estados Unidos del 10 por ciento y la desocupación juvenil crece por todas partes.
Es difícil recordar una época en la cual haya habido mayor diferencia entre la entidad de los problemas a afrontar, y la estatura intelectual de los líderes llamados a enfrentarlos. Obama, Berlusconi, Cameron, Sarkozy, Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy son títeres de unas fuerzas que se disimulan bajo el rótulo genérico y difuso del “mercado”, pero que en realidad expresan la voluntad, el apetito y los deseos de un conjunto de banqueros, brokers, grupos económicos, lobbies y empresarios que se conjuntan en los grandes organismos internacionales de crédito y expresan desde allí el diktat de una minoría súper restringida a la que no le preocupa otra cosa que maximizar su beneficio. Aunque para ello deba hundir a las tres cuartas partes del mundo en la miseria o al menos restringir sus expectativas de bonanza económica hasta que, desde lo alto, se produzca el siempre postergado “derrame” de las ganancias. Las principales herramientas para lograr este propósito son el monopolio de los medios de comunicación, la aquiescencia de los partidos tradicionales y el monopolio de la fuerza.
Todo el mundo se pregunta si el ciclo recesivo de la economía norteamericana y europea va a desencadenar una crisis semejante a la de 1929. No se puede saberlo, pero si la estatura de los dirigentes políticos sigue como hasta ahora, no sería nada raro que eso sucediese. Los doctrinarios de la escuela neoliberal despojaron al Estado de sus recursos. Pero el vacío intelectual ha acompañado al vaciamiento económico.
Muchas empresas estadounidenses emigraron a China y a otros países asiáticos, para aprovechar los beneficios que supone la disposición de una mano de obra barata. Esto ha desbaratado a muchas industrias en los mismos Estados Unidos, incrementando el desempleo y fragilizando a las organizaciones sindicales. Las ganancias que resultaban de la plusvalía cedida por los chinos, o parte de ellas, se giraban a Wall Street, el centro financiero mundial. Fue así que la gente vivió a crédito en los países centrales, y en otros lados –como Argentina, por ejemplo, y gran parte de Latinoamérica-, los gobiernos se veían “favorecidos” por el maná del capital especulativo que mantenía una actividad artificial en los mercados. La deuda que se contraía era abonada con la adquisición de más deuda, mientras el país desregulaba su economía, liquidaba sus empresas estatales, se abría a la importación indiscriminada, se desindustrializaba y se reducía al papel de proveedor de commodities.
Pero, dondequiera que sea, vivir a crédito es una experiencia que no puede prorrogarse de forma indefinida si no hay una fuente productiva genuina. Del estallido de la burbuja inmobiliaria se pasa ahora al estallido de la burbuja financiera. El público norteamericano pierde sus pertenencias, se endurece el mercado inmobiliario, la desocupación se expande y las medidas de ajuste que comprimen el gasto social terminan agravando aun más esa precaria condición. La hegemonía de las finanzas sobre la producción se revela inviable, pero se persiste en propugnarla, al tiempo que se desencadenan guerras en pos de la obtención de las reservas energéticas y naturales que son indispensables para el proyecto hegemónico. Lo cual impulsa a multiplicar las expensas militares para mantener esa meta.
Ahora bien, ¿cómo mantener ese dinamismo belicista con una economía en quiebra? Estados Unidos gastó tres mil millones en la guerra de Irak, y la guerra en Afganistán representa ya una erogación de más de mil millones de dólares. El presupuesto militar USA equivale a la mitad del presupuesto militar del mundo entero: 750.000 millones de dólares según las previsiones para el 2012. A esto hay que sumar los gastos en organismos como el FBI, la CIA, la NASA y los intereses a pagar por deudas anteriores.(1) De manera bastante grosera pero muy gráfica se ha dicho que, con este nivel de gasto militar, Estados Unidos corre el riesgo de “empalarse en su propio sable”.
Hasta ahora Estados Unidos ha evitado la bancarrota a través del control que ejerce sobre las instituciones internacionales y la posibilidad que tiene Washington de imprimir billetes para afrontar sus compromisos, pues el dólar es la moneda de reserva mundial y sus autoridades se arrogaron la facultad de modificar la paridad de esa moneda respecto al oro según su propia conveniencia. Pero este arreglo parece haber llegado a un límite y podría traducirse en una devaluación de la moneda norteamericana que Estados Unidos implementaría para descomprimir sus propias obligaciones, dato que pondría al mundo de cabeza.
Mientras tanto, los chinos trabajan y producen. Se dice que siendo los principales tenedores de bonos del tesoro norteamericano, una devaluación de la moneda estadounidense los arruinaría sin remedio y destruiría el motor económico chino. Cosa que podría terminar en una guerra civil, según algunos. Para Washington esta sería una forma indirecta de acabar con un competidor que parece prometido a alcanzar la primacía económica en menos de una década. Pero, más allá de los riesgos que semejante decisión acarrearía a nivel mundial (China podría extremar el dinamismo militar de su política exterior), el hecho concreto es que, según C. E. Chitour, los chinos estarían en condiciones de superar ese golpe en poco tiempo, habida cuenta de que la deuda occidental pesa poco sobre la economía china: aunque los bonos del Tesoro norteamericano valiesen cero el día de mañana, ello equivaldría perder dos meses de producción (PIB) de China, pero no significaría que las fabricas habrían de detenerse. Las exportaciones de China no representan más que el 25 % de su producción total. Las pérdidas generadas por una renuncia al mercado europeo y norteamericano serían absorbidas en dos años de crecimiento de la demanda interior.(2)
Sea el tembladeral actual de los mercados el anticipo de una catástrofe como la Depresión de los años 30, o no, no queda duda de que el mundo está pasando por una fase muy crítica. Los gobernantes latinoamericanos, al revés de lo que ocurre con los de otras latitudes, parecen tener una conciencia clara de los riesgos que la situación comporta y están abriendo el paraguas. El blindaje que está armando la Unasur para la región así lo demuestra. La reunión que hoy y mañana realizan en Buenos Aires los equipos económicos de los países de la región busca “la coordinación de medidas para enfrentar la crisis financiera internacional y para diferenciarse del abordaje recesivo impulsado por los países centrales”, según expresa Página 12 del día de la fecha. Los ejes por los que deberán discurrir las sesiones son importantes, para nada retóricos y pueden suponer un salto cuantitativo y cualitativo en la forma que tiene la región de abordarse a sí misma. La promoción de la integración productiva y comercial, la administración coordinada de las reservas internacionales de los bancos centrales, la regulación de los movimientos de capitales especulativos de corto plazo y el financiamiento de los procesos de integración regionales son trabajos que están en la agenda de la reunión y que apuntan a una progresiva superación de la fragilidad que la zona tiene respecto a los vaivenes que se producen a nivel global. No es la primera vez que una crisis mundial en gran escala promueve medidas defensivas de parte de nuestros países, pero es la primera ocasión en que ese reflejo defensivo es colectivo, tomando la forma de un contraataque dirigido a combatir la dependencia construyendo una infraestructura regional.
Frente a este diseño, empalidecen las mezquindades en que incurre parte de la dirigencia política argentina, alguna de las cuales ha podido contemplarse en el día después de los comicios para gobernador en Córdoba. Pero el domingo habrá una buena ocasión para despejar el panorama y delimitar claramente quien está con quien de cara a las elecciones del 23 de octubre y cuánto gravitan las zancadillas y perrerías que practican los políticos de oficio.
Notas
Military Budget of the United States, fuente: Wikipedia.
Chems Edine Chitour: Dette americaine: Les peuples du monde en sursis. Investig’Action, 9/0811.