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05
AGO
2009

"Corsi e ricorsi"

El nombre de Martínez de Hoz fue aclamado en la Rural
El nombre de Martínez de Hoz fue aclamado en la Rural
¿Estamos frente a un retorno del conservadurismo en América latina? ¿O es la falta de un poder alternativo lo que le inyecta nueva fuerza? Mientras tanto el monstruo neoliberal redivivo muestra los dientes.

El presidente de Bolivia, Evo Morales, se manifestó inquieto, por estos días, ante la posibilidad de que vuelvan a los países del Cono Sur los gobiernos de derecha. "¿Qué pasa -dijo- si vuelve al poder en la Argentina la derecha fascista, racista?" Y se planteó una pregunta parecida por una perspectiva similar que pudiera darse en Chile de ganar las próximas elecciones -como todas las encuestas lo indican- el candidato de la "línea pinochetista", el multimillonario Sebastián Piñera, ex alcalde de Santiago y propietario de la aerolínea LAN.

El presidente boliviano quizá incurra en una simplificación excesiva, típica de los tiempos que corren, en su uso del vocablo “fascista”, término vinculado a la preguerra europea y representativo de tendencias propias de los imperialismos en retardo respecto de las potencias establecidas; pero todos sabemos lo que se refiere. Esto es, a la vuelta al poder de los gobiernos neoliberales que se sumaron al “consenso de Washington” y que devastaron a estos países con políticas que profundizaron y legitimaron de manera formal a las iniciativas privatistas y de libre mercado puestas en movimiento a través de los regímenes de fuerza que ensangrentaron al Cono Sur en la década de los ’70. Y la verdad es que el porvenir no se presenta muy alentador que digamos.

Es imposible no experimentar cierta fatiga ante los corsi y ricorsi de la historia latinoamericana, que pareciera obstinarse en eludir la única vía que puede salvar el hiato que se extiende entre la inmensidad de los recursos que el continente guarda en su seno y el pleno despliegue de sus posibilidades. Es decir, la democratización real de estas sociedades, que consienta una participación activa y consciente de los individuos que conforman la masa del pueblo en la toma de las decisiones que afectarán a su destino, como vía a su fusión en una entidad regional sudamericana.

En este momento hay un reflujo evidente respecto de la conmoción suscitada por el desastre de la experiencia neoliberal, que fomentó algunas incipientes y pronto diluidas experiencias en materia de democracia directa. Como ha ocurrido en otras ocasiones, la coyuntura que puso en evidencia la crisis del modelo dependiente en el que se han moldeado nuestros países, no ha bastado para hacer surgir un modelo alternativo. La necesidad de redistribuir la riqueza controlando la concentración excesiva de la renta y el forjamiento de unas estructuras productivas que den pleno empleo y orienten a los Estados de Latinoamérica a una vinculación más estrecha en lo referido a su política y a su economía, nunca fue asumida con la energía necesaria. El resultado es que, cuando los avatares de la política y la economía determinan un estancamiento en el proceso de cambio, los viejos poderes emergen a la luz, intactos y en condiciones de volver a imponer su predominio.

Esto en buena medida deriva del hecho de que, en la actualidad, no hay ni una clase obrera consistente ni dirigencias políticas capaces de tomar la alternativa. El tsunami neoliberal barrió con todo. En este sentido el gobierno de los Kirchner ha dado pruebas palpables de la insuficiencia y el oportunismo con que un estamento político asume una tarea política trascendente. Fue la crisis del modelo neoliberal lo que llevó al kirchnerismo al gobierno. Y fue una coyuntura internacional muy favorable determinada por el incesante aumento de las commodities, lo que le permitió gozar de unos años de vacas gordas que le sirvieron para paliar el desastre que había heredado. Pero en ese lapso no asumió ninguna de las opciones indispensables que eran necesarias para revertir, al menos hasta cierto punto, las coordenadas fijadas por el modelo dependiente y rentístico de la clase empresarial argentina. Tocó muy bien algunos rubros sobresalientes en materia de política exterior y se permitió la asunción de conductas impactantes en un ámbito como el judicial. Se anularon las leyes de amnistía para con los delitos cometidos por los militares. Pero esto se pareció bastante a vestirse con la piel del león muerto. El no animarse a insinuar siquiera una reforma impositiva de carácter progresivo, la abstención respecto al control de la fuga de capitales, la carencia de un programa de desarrollo coherente, la remisión a las calendas griegas de una reforma de la ley de comunicaciones y la actitud floja frente al chantaje agropecuario, sumados a errores políticos de envergadura, pesaron negativamente en la balanza de una gestión que sólo a partir de la asunción de Cristina Fernández como presidente comenzó a tocar resortes que consentirían la revisión de los extremos más aberrantes de la política neoliberal. Como fue la reintegración del sistema jubilatorio al área del Estado.

Pero mientras tanto el desgaste propio del accionar de gobierno y el acondicionamiento de anchos sectores de la opinión por un discurso opositor vacío de proposiciones, sin proyecto, pero orientado a aprovechar la irritación de un público entontecido por la degradación mediática e incapaz por lo tanto de formarse una opinión firme sobre cualquier cosa, terminó de poner al hasta hace un año incontrastable poder electoral del Frente para la Victoria en un callejón sin salida.

Los expedientes tácticos que las autoridades del Ejecutivo nacional puedan arbitrar a partir de ahora quizá modifiquen un poco las cosas. Pero la ocasión estratégica del cambio se ha perdido. Se pueden invocar un par de razones de peso para explicar esto: que Kirchner subió al gobierno con tan sólo el 22 % de los votos del electorado, y la inconsistencia de la posición de Brasil, donde Lula no se decidió tampoco a revertir las políticas de libre mercado implantadas en la década anterior o, más bien, las reafirmó. Pero esto no basta para justificar el descompromiso respecto de los grandes deberes. La escasa aportación de los votantes en el 2003 fue la consecuencia la maniobra menemista previa a la segunda vuelta, que buscó dejar a Kirchner flotando en un supuesto vacío político, escamoteándole la posibilidad de una victoria aplastante; pero todo vacío, real o presunto, puede ser llenado con la adopción de políticas bien definidas, que no dejen dudas respecto de la orientación de un gobierno y de su decisión de enfrentarse a problemas concretos con programas específicos. A los que conviene explicitar con franqueza, aunque no se esté de momento en condiciones de asumirlos en su totalidad. La indefinición deja espacio a las dudas, tornando imposible constatar si los movimientos de la administración van en un sentido adecuado a la consecución de los fines que se han propuesto o si no son otra cosa que formas de ganar tiempo…, lo que suele ser la peor manera de perderlo.

No es, pues, un panorama esperanzador el que tenemos frente a nosotros. Lo único (pero no es poco) que autoriza a presumir que las cosas en definitiva no irán en el mal sentido, es que el núcleo duro de la oposición al gobierno, la Mesa de Enlace, que agrupa al conjunto de los intereses campestres, sigue adherido a la distopía de la Argentina como “granero del mundo”. Lo cual implica objetivos que resultan incompatibles con la persistencia de la nación organizada. Este hecho comienza a ser percibido incluso entre algunas de las fuerzas que se postulan para actuar el recambio. En efecto, ¿quién podrá sostenerse en el poder si se da satisfacción a los objetivos de máxima de la Sociedad Rural, de los productores de la pampa gringa ahora asimilados al modelo rentístico de explotación de la tierra, y de los oligopolios de la soja? La multiplicación de los countries y barrios cerrados es la réplica a una inseguridad creciente, que no deviene de la falta de políticas represivas –como muchos aducen- sino de un generalizado malestar social determinado por la regresión educativa, el desempleo o el empleo precario, y por el embrutecimiento de las conciencias, producto de la idiotización fomentada desde la “tele”, todos fenómenos asociados a la regresión promovida por las políticas del consenso de Washington.

El modelo “retorno al pasado” propuesto por el frente campestre es, como lo hemos dicho en reiteradas oportunidades, un desatino que dejaría a esta sociedad a la espera de un “efecto derrame” que nunca habrá de concretarse, dada la tendencia evasora de la clase habiente.

De este modo es en la falencia intelectual del enemigo más que en las aptitudes transformadoras del bando de la renovación, que se termina por depositar la esperanza. Esta no es una actitud sana, desde luego, aunque de momento sea la única de la cual es posible agarrarse. Pero de lo que se trata es de empujar al gobierno de este país que, pese a sus errores y renuncios sigue siendo la única autoridad legalmente elegida y es asimismo depositario de una ideología que escapa al discurso único del mercado, para que asuma los deberes que impone la hora. Es mejor ser derrotado combatiendo que deshilacharse en una triste agonía. De una derrota se sale. De una abdicación no. Veremos qué pasa en la tormenta que se cierne sobre el Congreso.

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