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Se ciernen amenazas sobre el mar austral, que no encuentran hasta ahora una respuesta de parte de la Argentina oficial. Pero todo es parte de una batalla continental que debe librarse a la escala de Latinoamérica.

Algo está pasando en la política argentina. El revés de la 125 parece haber abierto una instancia democrática en el Congreso que podría ir en definitiva en contra de quienes rechazaron aquel proyecto.

El título de la conocida novela de Katherine Ann Porter conviene a la descripción de la coyuntura mundial.

La discusión sobre nuestro pasado está lejos de haber terminado. Pero sería bueno que la asumiéramos con buena voluntad y comprendiendo, de una buena vez, que las antinomias tajantes no llevan a nada.

La lucha por el poder mundial parece estar verificándose en medio de una gasolinera. Y todos los participantes de ella llevan un encendedor en la mano.

Las probabilidades de que Sudamérica se configure como región provista de peso propio en el escenario internacional, crecen en la medida en que Argentina y Brasil se aproximen a configurarse en una ecuación propia.

Los movimientos desestabilizadores del Oriente boliviano, fogoneados por Estados Unidos, se superarán si Argentina y Brasil conforman un bloque de poder provisto de peso propio.

Cosas graves están pasando en el mundo. Pero algunas son positivas, como el respaldo dado a la integridad de Bolivia por la cumbre de la Unasur.

El terremoto de los mercados globales revela la magnitud de la mentira sobre la cual se ha asentado la evolución capitalista en las últimas décadas y brinda una oportunidad para que América latina se desvincule del sistema de saqueo global.

El crack de la bolsa neoyorkina, parecido al de 1929, repercutirá sobre la economía real, como sucedió en la Gran Depresión de los ’30.