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13
DIC
2021
La Plaza de Mayo como en sus mejores días.
La Plaza de Mayo como en sus mejores días.
La convocatoria a festejar el día de la democracia tuvo éxito. Falta todavía proveerlo del núcleo voluntarista y del combustible que son necesarios para transformarlo en una construcción liberadora.

El acto del pasado viernes en la Plaza de Mayo tuvo por motivo el deseo de insuflar nuevo aire a la coalición de gobierno. El viento de la nostalgia trajo al escenario a dos figuras significativas del mejor momento por el que pasó la corriente nacional-popular en el Cono Sur en este siglo, Pepe Mugica e Ignacio Lula da Silva, hermanándolas con la de la supérstite del tándem Néstor-Cristina Kirchner y con la del actual presidente de Argentina, Alberto Fernández. Fue una idea simpática y que, por cierto, por más que abreve en un momento del pasado que no alcanzó a consolidarse, recupera la orientación que debe tener cualquier movimiento de liberación suramericano que intente dotar a nuestros países de una orientación regional propia y apunte a liberarnos del yugo del imperialismo anglosajón, que ha gravitado pesadamente sobre nuestros destinos prácticamente desde el momento en que nacimos a la vida independiente.

Ahora bien, en el plano de la política práctica nacional, esa unanimidad a la que se aspira no tiene mucha vigencia. Cosa que se transparentó en la ausencia de la CGT, que tiene poca disposición a mancomunarse con la Cámpora, y en los reaseguros que el presidente dirigió a la vicepresidenta, expresándole que se quedase tranquila, pues no iba a negociar con el Fondo Monetario Internacional nada que significase poner en riesgo el crecimiento argentino. ¿Haría falta semejante garantía si no se presumiera que en el elenco del FdT hay figuras predispuestas a arreglar con el Fondo antes que a resistir? La presencia de esta tendencia a su vez no tendría mucha importancia si no fuera porque el establishment empresario-financiero-mediático empuja a este tipo de “solución” sin que le importe un adarme lo que pueda suceder a continuación: viejas experiencias lo hacen pensar que las fuerzas de seguridad están para eso, que podrán cumplir con la misión y que no se asquearán de su cometido ni se identificarán con las razones de aquellos a quienes se les pide que repriman.

Argentina está pasando por un difícil momento. Cuando no. No se puede ajustar a la bruta, como quisiera la ortodoxia, pues ello no llevaría al caos y condenaría al conjunto de la sociedad a una mediocridad perdurable. Pero tampoco es cuestión de hacer la pata ancha y proclamar el default así como así, arriesgándonos otra vez al ostracismo económico. Básicamente porque una grande, demasiado grande, porción de las clases medias no lo resistiría ni una semana y empezaría a clamar que vive bajo una dictadura, “como en Venezuela” (¿!). Algunos imbéciles ya lo hacen.

La cuestión es no romper y negociar. Pero negociar con una predisposición, si no agresiva, sí al menos enhiesta, que invierta las tornas del discurso proclamando la aviesa determinación geopolítica que existió tras la concesión norteamericana del préstamo de U$S 45.000 millones al anterior gobierno, préstamo que vulneró los mismos principios escritos del estatuto del FMI. Eso en el plano externo. En el interno, y tanto para hacer justicia como para significar que se va en serio, es indispensable someter a juicio a los responsables de la gigantesca estafa y fuga de capitales practicada por la banda Macri e infligirles las penas que correspondan, afectando a sus integrantes tanto a nivel personal como en el de sus propiedades. Esto es, en los bienes inmuebles que estén implantados en el país y en los capitales que no hayan podido fugar todavía. Para esto es necesario reformar la justicia, tarea siempre postergada y que ahora, con la reconfiguración de las cámaras en el congreso, tenderá a ser más difícil todavía.

Como se ve, el asunto no es cosa de poco. Pero hay que plantearlo y arbitrar las formas para ir llevándolo adelante en la manera que se pueda. La apatía de las masas no ayuda, pero si se les señala un camino y se les da los signos de que hay una resolución verdadera en el empeño, las cosas pueden cambiar, elevándose la ola de fondo que esta sociedad requiere para salir del impasse. Ola que es, en definitiva, la clave de todo.

La situación argentina se enmarca en un entorno internacional cada vez más grave. El tema del préstamo del Fondo es también parte del mismo. Como decimos, los estatutos del FMI no autorizaban librar semejante suma para nuestro país; la decisión de hacerlo fue política y estuvo determinada por el cálculo –que siempre se ha demostrado rigurosamente cierto- de que una deuda imposible de levantar, somete a cualquier país a su servicio, quitándole toda posibilidad de autonomía y condenándolo a una existencia subordinada. A menos que existan motivos –como en el caso de los países europeos después de la guerra- que en sí mismos los hagan representar un valor necesario para la potencia acreedora, que en tal caso propiciará su recuperación e incluso su desarrollo, aunque manteniéndolos atados a ella por los múltiples nexos que se crearán en el intercambio y las cuestiones de la defensa.

América latina obviamente no es Europa; no representa, en su estado actual de balcanización, una entidad provista de un peso específico importante (salvo quizá en el caso de Brasil) y por consiguiente no puede esperar mucha benevolencia de parte de Estados Unidos. Pero retiene, sin embargo, un enorme potencial en razón de su diversidad física, sus riquezas naturales, su originalidad cultural, su peso demográfico y de la capacidad que tiene para tornarse en una molestia si sus contradicciones hacen erupción y le complican la vida al “gran hermano” del norte. Se trata entonces de negociar desde la debilidad, haciéndola valer –paradójicamente- como si fuera una fortaleza. Desde luego, cualquier revitalización del Mercosur o de entidades de ese estilo ayudaría mucho en la tarea. De ahí el valor simbólico que revistió la presencia de Lula y Pepe Mugica en el acto del viernes.

El tigre muestra los dientes y dice que lo amenazan

Conviene señalar que mientras Estados Unidos nos aprieta las tuercas, su verdadero interés sigue estando en el gran escenario de la disputa global. Continúa la presión sobre Rusia y China, con un despliegue de acusaciones acerca de las presuntas intenciones agresivas de esas potencias, sin pararse a considerar que los movimientos que estos países insinúan no son –sobre todo en el caso de Rusia- otra cosa que medidas preventivas contra una agresión que no cesa desde el final de la guerra fría. Todo el parloteo sobre la amenazada Ucrania y la dictadura en Bielorrusia no son otra cosa que cortinas de humo para disimular el avance de la OTAN sobre las fronteras de la Federación Rusa, en violación de los acuerdos pactados verbalmente entre Ronald Reagan y Mijail Gorbachov en ocasión del repliegue soviético de Europa oriental. La escisión ucraniana en un principio se justificó por la vieja tradición nacional de ese territorio dónde habían surgido sin embargo los brotes de la nacionalidad rusa, allá por el siglo IX; este remoto origen sin embargo ha sido interrumpido tantas veces que casi no cuenta. Lo que importa son los desarrollos de la historia más reciente: la pertenencia de Ucrania al imperio zarista y luego al imperio soviético y su desgajamiento de la asociación con Rusia cuando se produce el hundimiento de este. Pero la ruptura parte sobre todo del carácter artificioso que cobra esa independencia cuando los disturbios de la plaza Maidán, fogoneados descaradamente por Estados Unidos, hacen pendular al estado ucraniano hacia una probable integración a la OTAN, cosa que suscita la reacción de Moscú, la rebelión de la región de Donetsk y la rápida reintegración de Crimea y la gran base de Sebastopol sobre el Mar Negro al seno de la madre patria rusa.

Nada de lo último ha sido aceptado por EE.UU., que sigue aferrado a los esquemas de Zbygniew Brzezinski sobre el rechazo de Rusia hacia los Urales y la fragmentación definitiva del ex imperio soviético. En especial con los demócratas en la Casa Blanca, que se han apresurado a revertir en estos momentos la política de Donald Trump respecto a Moscú. Justo cuando el proyecto del gasoducto del Nord Stream amenaza con ligar más estrechamente a Rusia con los países de la Unión Europea aliados a Estados Unidos, a la vez que otras iniciativas –como el South Stream- permitirían el transporte del gas natural ruso a través del Mar Negro, Bulgaria, Italia y Austria.

Todo se vincula con todo, y los desequilibrios globales, a la vez que tensan la situación en el mundo, brindan a nuestros países la oportunidad de buscar alternativas económicas y diplomáticas que debiliten el abrazo del oso que siempre nos ha sofocado. Ha ocurrido en el pasado y en cierto modo está ocurriendo nuevamente en el presente. ¿Sabremos aprovechar la ocasión?

 

 

 

 

 

 

 

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